Correlación no implica causalidad. Vicente Nieves lleva buscando explicaciones a los movimientos de los mercados y de la economía desde la crisis financiera de 2007. Aún no tiene la respuesta.

Cuando parecía que la calma volvía poco a poco a las aguas del comercio internacional... llega China y ataca directamente al corazón de Europa. Pekín ha anunciado la imposición de aranceles antidumping al brandy europeo durante cinco años, elevando las tensiones diplomáticas y comerciales entre ambos socios. Dos regiones que son prominentemente exportadores (ostentan grandes superávits por cuenta corriente y comerciales) y que deberían colaborar codo con codo ante la oleada proteccionista impulsada por Donald Trump se van a enfrentar también a base de aranceles en un mundo cada vez más fragmentado y convulso.

Alemania y Japón son los grandes acreedores del mundo. Dos economías que cuya tasa de ahorro supera con creces la inversión y el consumo interno y, por tanto, 'exportan' flujos de capital e 'importan' activos de otros países, incrementando cada año el pedacito que tienen del resto del mundo. Esta es una forma silenciosa de ir 'adueñándose' de la economía global. La ventaja es clara: reciben dividendos, intereses, alquileres... de todos esos activos extranjeros que van acumulando. La contra o parte negativa es que todos esos capitales que salen fuera de Japón y Alemania no se invierten a nivel doméstico. Ambas economías parecen mostrar una clara preferencia por el ahorro (es casi algo cultural), pero la forma de usar ese ahorro para 'invertir' en el mundo es radicalmente opuesta, lo que llama la atención de los economistas de Deutsche Bank.

Una serie de misteriosos ataques con minas lapa a petroleros ha conmocionado al mundo del transporte marítimo y ha suscitado especulaciones sobre si las explosiones formaban parte de una campaña de sabotaje respaldada por algún país. Cinco buques han sido alcanzados por explosiones deliberadas este año. El último incidente inundó la sala de máquinas del petrolero griego Vilamoura la semana pasada mientras navegaba frente a las costas de Libia. El ataque llegaba tras otro incidente similar en enero y tres en febrero. Si bien la mayoría de los incidentes han ocurrido en el Mediterráneo, un petrolero fue alcanzado en el Mar Báltico.

La economía global está cambiando rápido y algunos de los países que durante años han dominado la escena internacional están empezando a languidecer. Un buen ejemplo de ello es Alemania, cuya economía lleva años estancada, con un PIB per cápita que incluso retrocede (los alemanes 'viven' peor cada año) y unos salarios que empiezan a ser insuficientes para una parte creciente de la población. La crisis de Alemania es una crisis de modelo que fuerza al país a reinventarse o morir. Nadie duda de la capacidad de la sociedad alemana para salir adelante (parten de un lugar bueno, son una nación muy rica y todavía competitiva), pero durante este proceso de transición habrá perdedores. Las recientes grietas en el mercado laboral son prueba de ello y cada vez son más los que necesitan de algún tipo de ayuda para llegar a fin de mes.

El gran peligro que el mundo entero temía quizá estuvo muy cerca de lo que se pensaba. En medio de los repetidos análisis y advertencias del riesgo de que Irán decidiera bloquear el Estrecho de Ormuz en represalia por los ataques de Israel y EEUU, es posible que el escenario de un grave incidente en este crucial enclave geográfico no estuviera tan lejos de producirse, según han revelado dos oficiales de la inteligencia estadounidense a Reuters. Aunque se ha insistido en que a Teherán no le beneficiaba en absoluto cortar esta vía clave del comercio energético mundial (por ahí exporta petróleo a raudales hacia China, su gran cliente), la situación desesperada en la que podía quedar el régimen islámico le llevó a prepararlo todo para trufar de minas navales un paso marítimo por el que navegan numerosos grandes buques petroleros y metaneros. Obstruir este paso provocaría un shock petrolero global que podría hacer a Washington aflojar su postura sobre Irán, cavilaba el régimen del líder supremo Alí Jamenei.

El dólar está colapsando a un ritmo acelerado. El índice dólar (pondera a esta divisa contra las principales monedas del mundo) se ha hundido en los seis primeros meses del año, registrando su peor resultado en un primer semestre desde 1973, cuando Richard Nixon era presidente, según publican desde la agencia Bloomberg. Este índice ha caído alrededor de un 10,8% en lo que va de año, en comparación con el desplome del 14,8% en la primera mitad de 1973. Las incertidumbres asociadas a las políticas comerciales del presidente Donald Trump, una política fiscal absolutamente insostenible y la presión para recortar los tipos de interés de la Reserva Federal están hiriendo de muerte a la divisa. Pero lo que es peor, este desplome aún podría tener recorrido, puesto que los desequilibrios de la economía de EEUU son muchos y si la confianza en el dólar no se recupera, la divisa tenderá a caer hasta que se corrijan estos desequilibrios.

El país de los bares y los chiringuitos ha superado a la economía de la tecnología y los robots. Esto, que podría parecer una auténtica fantasía, es una auténtica realidad si se atiende a los datos de PIB per cápita que publica el Fondo Monetario Internacional (FMI) en cada revisión de sus previsiones. Más allá de lo gracioso y anecdótico de la comparación, lo cierto es que destapa o revela un cambio mucho más grande en la economía a nivel global. La creciente preferencia de los consumidores en buena parte del mundo por los servicios está generando este tipo de situaciones en las que economías muy intensivas en capital, tecnología e inversión (Japón, Corea del Sur o Alemania) parecen languidecer, frente a países donde los servicios (que otrora fueron tildados de gran lastre para la economía) representan una mayor parte del PIB. De este modo, lo que en 2012 parecía imposible, en 2024 ha sido posible.

Un miembro de la OPEP+ (de reciente cuño) puede ser uno de los factores decisivos para terminar de inclinar la balanza a favor de un superávit petrolero que someta los precios del barril. Parece que toda Latinoamérica está dando un importante impulso con países como Guayana viviendo una revolución o Argentina en el camino de convertirse en exportador neto. Sin embargo, pocos reparan en Brasil. El país más grande del continente con más de 211 millones de ciudadanos dentro de sus fronteras está viviendo una revolución del crudo mejor de lo esperado. Su ascenso ya le permitió coaligarse a la OPEP como miembro externo al estilo de Rusia, pero ya no es solo que pueda convertirse en un actor de cierto peso en el mercado, una sorpresa más, sino que los expertos creen que entrará de lleno en el olimpo de los productores y se alzará como la quinta mayor potencia del 'oro negro' del planeta.

'Temporal' de actividad sobre los puertos europeos. Las erráticas políticas comerciales de Donald Trump, presidente de la mayor economía del mundo (por tanto, capaz de generar una gran disrupción en el comercio internacional) y los eventos climatológicos extremos (sequía en la Europa húmeda) están generando una suerte de colapso similar a la del covid en los grandes puertos europeos. El riesgo es que las mercancías dejen de llegar a su destino final y se genere cierta escasez, algo que no ha sucedido todavía. Mientras tanto, España parece haberse convertido en una suerte de balsa u oasis en medio de tanto trasiego y congestión. Fuentes consultadas por elEconomista.es aseguran que los puertos españoles funcionan con total normalidad y están lejos de sufrir cualquier tipo de congestión o atasco... porque la ruta que está provocando este caos no pasa por España y porque el factor climático no impacta de forma directa en España al carecer de tráfico de mercancías fluvial de relevancia.

El milagro económico de China es incontestable. Nunca antes un país tan grande y con tanta población había crecido de ese modo. El ritmo de crecimiento anual del Producto Interno Bruto (PIB) de China desde 1970 ha sido milagroso, con un promedio de crecimiento anual superior al 9% desde 1978, cuando comenzaron las reformas económicas. En las décadas posteriores, China experimentó un crecimiento económico sin precedentes para un país tan grande, hasta convertirse en la segunda economía más grande del mundo. Parte de ese crecimiento se debe a unas políticas que parecen obvias y fáciles, pero que no resulta sencillo llevar a cabo (prueba de ello son esas decenas de países que no salen de la pobreza o que incluso siendo ricos se empeñan en aplicar políticas de dudosa eficacia que han fracasado en otros países): China 'copió' e imitó todo lo que había funcionado en los países avanzados con gran astucia, apoyando a sectores y empresas clave que impulsaron el gran milagro económico. La gran pregunta es ¿qué pasa cuando ya no puedes copiar porque de repente eres un país puntero a nivel tecnológico? Entonces toca inventar... y eso parece un poco más difícil. China no es el primer caso en la historia ni será el último... como señalan los economistas de Capital Economics, "ya hemos visto esta historia antes".