Economía
Esta vez sí es diferente. La llegada de una recesión, que ya parece imparable, está siendo desatada por un pánico que supera con creces al miedo que genera la propia economía. La salud está por encima del dinero, y por eso las inyecciones, los programas de estímulos a gran escala y el crédito gratis podrían calmar levemente el dolor, pero no curar la crisis de confianza del coronavirus. Cuando el problema era de oferta, los bancos centrales no podían mitigarlo (ellos alteran el lado de la demanda a través de sus políticas) y ahora que también es de demanda, tampoco pueden devolver la confianza mientras el coronavirus siga expandiéndose. Salvo milagro (aparición de una vacuna inminente o algo similar), los encargados de formular las políticas en el mundo (gobiernos, bancos centrales...) van a necesitar tomar medidas mucho más extremas para salvar a la economía global de un colapso. Como dice Joachim Fels, asesor económico de Pimco, "es el momento de tocar todas las palancas para que la ya inevitable recesión no se convierta en una auténtica depresión económica".