Si algo nos ha enseñado la crisis actual es que Europa y España padecen una grave deficiencia estructural: la dependencia de terceros en suministros clave. El país se ha visto incapaz de disponer de algunos bienes de primera necesidad, consecuencia en parte de haber externalizado numerosas cadenas de producción. La industria española debería aprovechar este momento como punto de inflexión para corregir algunas de estas carencias, entre ellas el acceso y la conversión de las materias primas para uso industrial. España, un territorio con abundantes recursos naturales, está desaprovechando la riqueza que esconde en su subsuelo: metales y minerales clave para el desarrollo de nuevas tecnologías relacionadas con las energías limpias que podrían redundar en el beneficio de toda la economía nacional.