Las Oficinas de Familia (o “family offices” por su acepción en inglés) como instrumento para que un grupo familiar organice y separe adecuadamente el patrimonio empresarial del familiar, han dejado de ser una rara avis en nuestro entorno económico, quizás porque han demostrado sobradamente los beneficios que pueden aportar, tanto a la empresa familiar, como a la propia familia, conceptos hasta hace poco difíciles de disociar en los grupos familiares. Así a cualquier lector habitual de la prensa económica, no le son desconocidos nombres como los de Pontegadea u Omega Capital, vehículos familiares de Amancio Ortega y de parte de la familia Koplowitz, por poner solo dos ejemplos.