Redactor de economía y mercados. Doctor en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Un día se preguntó cómo cotizaba un bono y ya no hubo vuelta atrás.

La curva de tipos está cambiando. Al menos la de EEUU y la de Alemania, las dos más observadas a ambos lados del Atlántico. El dibujo que se traza al unir con una línea en progresión temporal los rendimientos de los bonos soberanos muestra que la curva resultante se está desinvirtiendo. Lo normal en este dibujo es que se muestre una pendiente alcista, al ser lo lógico que un bono a mayor tiempo ofrezca un mayor rendimiento al recoger una incertidumbre mayor en un horizonte de tiempo más grande. Sin embargo, en los últimos tiempos no ha sido así... hasta ahora.

Este verano volvía a alcanzar cierto eco el término desdolarización a raíz de la cumbre en Sudáfrica de los países emergentes agrupados en torno al acrónimo (BRICS) y las repetidas quejas de sus miembros sobre la hegemonía mundial del dólar estadounidense. Casi al mismo tiempo, el término dolarización también se aupaba a los titulares después de que el candidato a la presidencia de Argentina Javier Milei lanzase la promesa de abandonar el peso y adoptar el 'billete verde' como moneda nacional. Un repaso a la historia y a los países que optaron por esta vía demuestra que la decisión no sale 'gratis'.

Un indicador que ha mantenido un perfil bajo durante mucho tiempo está revolucionando ahora al mundo financiero. El problema es que se trata de una cifra que solo existe en la teoría y todo lo más a lo que se puede aspirar es a calcularla en base a ciertos modelos que no siempre son todo lo fiables que se desea. Estamos hablando de la prima por plazo de los bonos del Tesoro de EEUU y su evolución también puede influir en los próximos movimientos del banco central más observado del mundo, la Reserva Federal.

ECONOMÍA

China ha dado la sorpresa este miércoles a economistas y analistas. Los últimos datos macro dados a conocer en el país asiático, la segunda mayor potencia del mundo, han sido mejores de lo esperado por los expertos. Sin embargo, estos advierten de que no todo son buenas noticias. El gigante oriental tiene todavía muchos vientos en su contra, con su desmadejado mercado inmobiliario bajo el foco.

La escalada de tensión en Oriente Próximo durante la última semana después del inesperado ataque de Hamás a Israel ha convulsionado un mercado de materias primas energéticas que tiene difícil encontrar tranquilidad en los últimos años. Tras los problemas de suministro derivados de los confinamientos por el covid primero y de la guerra en Ucrania después, lo ocurrido en Israel supone una nueva amenaza. Las primeras alertas llegaron tras el repunte inicial del petróleo, ampliándose después la mira al mercado del gas. Para algunos analistas, sin embargo, las perturbaciones en este segundo mercado pueden ser casi más preocupantes.

Una frase recurrente en el entorno económico de la recuperación post-pandémica ha sido la de que la próxima sería "la recesión más anunciada de la historia". La huella generacional dejada por la Gran Crisis Financiera está detrás del mayor frenesí en décadas por predecir el cataclismo económico. Prueba fehaciente de ello es la cantidad de indicadores que economistas y operadores de mercado siguen para adivinar lo que solo se ve cuando ya 'te ha matado'. Es lo que el veterano analista de Société Générale Albert Edwards llama el 'dilema de la parada del autobús': "La historia demuestra que, en la medida (limitada) en que los economistas predicen realmente una recesión, su tardanza suele significar que abandonan la espera justo en el momento en que llega". Estos indicadores, como si de las cartas del tarot se tratasen, van desde la archifamosa inversión de la curva de tipos al particular índice de los rascacielos.

economía

Aunque todo se encuentra en una fase muy inicial, la escalada de violencia experimentada este fin de semana en Israel se ha traducido en una nueva convulsión en el mercado mundial del petróleo, extremadamente volátil últimamente. Los precios han repuntado con fuerza tras el repentino bajón experimentado la semana pasada y los miedos a un barril de crudo más alto han vuelto a hacerse patentes en los análisis de los expertos. Los bancos centrales miran de reojo, especialmente un Banco Central Europeo (BCE) atrapado entre una economía que se debilita y una inflación que no se acaba de relajar y que ahora puede encontrar más combustible. Unos precios del crudo persistentes serían la peor 'zancadilla' para el organismo. Como mínimo, un escenario adverso retrasaría el regreso al objetivo de inflación.

El mercado de trabajo de EEUU sigue envuelto en una espesa niebla de datos que manda señales contradictorias, para mayor quebradero de cabeza de la Reserva Federal y de los operadores de mercado. Cuando parecía que la creación de empleo se enfriaba hacia unos niveles que mostrasen un mercado laboral menos tenso, los datos de septiembre vuelven a enmendar el relato. Pero solo parcialmente, porque los salarios han seguido desacelerando, cauterizando las presiones salariales que tanto teme una Fed acorralada muchos meses por la elevada inflación.

Otro giro brusco en los mercados. Tras una racha alcista que resucitó muchos miedos, el petróleo se ha desplomado en pocos días. A finales de la semanada pasada, tanto el barril de Brent, el crudo de referencia mundial, como el del West Texas Intermediate (WTI), el de referencia en EEUU, alcanzaron sus precios más altos desde el pasado mes de noviembre, hace más de 10 meses. El barril de Brent escaló hasta el jueves pasado a los 96,74 dólares (máximo intradía) mientras el de WTI se aupó en la misma jornada hasta los 95,03. Este viernes ambos cotizan en los 84 y los 82 dólares respectivamente. En la semana, el primero pierde más de un 11% y el segundo más de un 9%. Particularmente significativa fue la jornada del miércoles de esta semana, cuando ambos borraron más de un 5%. ¿Qué ha ocurrido para un cambio tan repentino?

Ningún país que quiera comprar petróleo ruso podrá hacerlo por encima de 60 dólares si hay una empresa occidental implicada. Este fue el tope al crudo que el G-7, encabezado por EEUU, y la Unión Europea (UE) impusieron en diciembre del año pasado a Moscú y que iba a ser la estocada más mortífera tras una sucesión de sanciones con el objetivo de tumbar la economía del país euroasiático una vez decidió invadir Ucrania. Diez meses después de que esa orden se pusiera en práctica, el barril de petróleo con referencia en los Urales ha cotizado estos días por encima de los 80 dólares, más cerca del barril de Brent que del propio tope, y los aliados occidentales ha renunciado a actualizarlo.