Opinión
Durante años el debate sobre el trabajo presencial se ha centrado en el número de días que había que ir a la oficina. Sin embargo, lo importante no está en la cantidad, sino en la finalidad de esos encuentros. ¿Tiene sentido ese desplazamiento? ¿Aportamos algo distinto a lo que haríamos trabajando en remoto? ¿Estamos construyendo cultura, compartiendo conocimiento, aprendiendo de otros?. Hoy, cuando cada vez más organizaciones adoptan modelos híbridos, es fácil quedarse en soluciones intermedias que resuelven el corto plazo. Se habla de flexibilidad, pero no siempre se acompaña de una reflexión estratégica, pues el modelo híbrido no es solo una cuestión operativa, implica hacerse preguntas más amplias: ¿qué tipo de relaciones queremos fomentar?, ¿qué capacidades necesita ahora nuestro equipo?, ¿cómo se puede traducir todo eso en un entorno físico que lo favorezca?