La industria química, uno de los pilares productivos de la economía española, se encuentra en una encrucijada crítica. A pesar de su capacidad de innovación, su peso en el empleo y su papel clave en la transición ecológica, el sector enfrenta una amenaza persistente: el elevado coste energético y la inestabilidad en el suministro, agravados por la ausencia de una estrategia energética nacional clara y coherente.

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