Japón, con una de las mayores cargas de deuda gubernamental de entre las economías desarrolladas, está al borde del colapso. El Gobierno o, mejor dicho, los Gobiernos -cuatro primeros ministros desde 2020- de Tokio están teniendo dificultades para gastar como antes. La inversión pública, a cargo de deuda facilitada por los bajos tipos de interés del banco central, ha sido el mecanismo de inercia que ha mantenido al país asiático con el pulso constante. Ahora, los subsidios a agricultores de zonas rurales desfavorecidas, los programas de ayuda a las familias para capear la inflación o el programa de inversión en defensa -necesario con una China que se rearma en silencio y amenaza en el frente marítimo- están en peligro.