El poder y la valía femenina en instituciones financieras va desde la presidencia de los mayores bancos del mundo -como el Santander, con Ana Botín- a organismos que marcan los designios de las economías a través de políticas monetarias -un BCE, con Christine Lagarde- o financiaciones multilaterales -el FMI, con Kristalina Georguieva-, y sectores, más o menos masculinizados, que encargan la defensa de sus intereses a mujeres -AEB, con Alejandra Kindelán, o Unespa, con Pilar González de Frutos, son otros ejemplos-.