Análisis

El pasado jueves el Parlamento andaluz puso punto final a una rareza política. Con la constitución de la Mesa se escenificó la puesta de largo de un acuerdo tripartito que conllevará el cambio de Gobierno en la región, algo aún inédito. Hasta Cataluña, Euskadi o Galicia vivieron breves paréntesis de cambio de ciclo. Incluso Extremadura y Castilla-La Mancha lo hicieron.

A nadie se le escapa que la política española ha cambiado. No hace tanto de la última vez que un partido logró la mayoría absoluta, aquel PP de Mariano Rajoy que creció sobre las cenizas de un 'zapaterismo' devorado por su gestión de la crisis. Sin embargo, parece difícil imaginar un escenario actual en que un partido sea capaz de sumar una mayoría suficiente por sí mismo como para gobernar.

ANÁLISIS

La vuelta al argumento en ochenta días: la política española se ha vuelto tan frenética que en apenas tres meses se ha pasado de una situación en la que nadie quería elecciones a otra en la que casi todos las desean. O, al menos, las aceptan sin grandes aspavientos. Eso sí, esta es la situación ahora: si los Presupuestos del Gobierno acabaran aprobándose en un giro de los acontecimientos, la cosa volvería a cambiar.

ANÁLISIS

Nuestra política se ha vuelto tan rápida que casi parece que los partidos irrumpen de la noche a la mañana en un panorama en permanente cambio. El último caso es el de Vox, que ha logrado hacerse con 12 escaños en el Parlamento de Andalucía, provocando un vuelco en los equilibrios de poder de la región. Sin embargo Vox, como sucedió antes con muchas formaciones y candidatos, ha tenido que fracasar varias veces antes de triunfar.

Opinión

"Si combaten contra vosotros matadles, esa es la retribución de los infieles", reza el Corán. "Tu mujer, como parra fecunda, en medio de tu casa", dice la Biblia. Salvo las visiones más extremistas de ambos credos, el común de la gente entiende los pasajes como producto de una época, un contexto y una cultura determinadas. El significado, por tanto, no es lo que dice exactamente, válido quizá para cuando se escribió, sino su metáforaaplicada a la actualidad. Así, lo primero no tiene que ver con el terrorismo sino con el proselitismo, ni lo segundo con el machismo sino con el rol de la familia.

análisis

A Pedro Arriola, el hombre que susurraba al oído de Mariano Rajoy, sólo se le recuerdan tres errores de bulto en su carrera: no atar la presidencia de Andalucía en 2012, subestimar el recorrido de Podemos en 2015 y no prever la moción de censura de 2018. Nada de lo ocurrido en la ya histórica noche electoral andaluza del 2 de diciembre se puede entender sin esos tres errores.

elecciones andaluzas 2018

En mayo de 2011 España se preparaba para un cambio político sin saber que, en realidad, el cambio realmente relevante estaba aún por llegar. Más de siete años después las elecciones andaluzas se van a disputar en un contexto que tiene mucho que ver con todo lo que se empezaba a vislumbrar por aquel entonces.

Una de las medias verdades más repetidas en la lógica del capitalismo es la de la cultura del esfuerzo. La teoría, hundida en las raíces de la tradición protestante, viene a decir que cualquiera puede llegar a triunfar si se esfuerza lo suficiente como para conseguirlo. La práctica, que viene a ser la vida real, demuestra que hay más condicionantes ajenos al individuo que, además, acaban por ser más determinantes que los méritos alcanzados. Es como en esas novelas de caballeros en las que se vende que un escudero talentoso acaba aprendiendo el oficio y medrando para sustituir a su idolatrado protector. La política suele ser más cruel que todo eso. Y si no que le pregunten a María Dolores de Cospedal.

análisis

La ubicación ideológica es como intentar abrirse paso en una aglomeración: para poder avanzar uno necesita abrirse hueco, y para eso va desplazándose lentamente, primero hacia un lado y después hacia el otro. Cuando la aglomeración se va diluyendo y se percibe una ruta más clara se empieza a caminar más rápido y se dibuja una ruta más definida hacia el destino deseado.

CATALUÑA

La noche del 25 de noviembre de 2012 Oriol Junqueras consiguió suturar la herida de su partido. Había llegado un año antes a la presidencia de Esquerra y, tras una legislatura en la que se habían dejado la mitad de sus escaños, lo había logrado. El alcalde de una localidad de apenas 30.000 habitantes -Sant Vicenç dels Horts- sería el jefe de la oposición. ERC volvía a ser determinante tras su particular travesía en el desierto.