
La negociación previa a la moción de censura que desalojó a Mariano Rajoy del Gobierno pilló a Ciudadanos con el pie cambiado. Los sucesivos escándalos de corrupción que habían ido asolando al PP les habían catapultado en las encuestas, y preparaban sus armas para la batalla electoral. También jugaban a su favor la inactividad del PSOE y el estallido del enésimo desencuentro interno en Podemos. Por eso los de Albert Rivera fueron reacios a ayudar a echar al entonces presidente.
La jugada era peligrosa, pero creían tener los riesgos controlados. En el improbable caso de que la moción prosperara sin ellos pensaban que podrían hacer oposición echando en cara a los socialistas que se aliaran con "populistas y separatistas", sumando a su cuenta de votos a los desencantados del PP. Y si la moción no prosperaba podían seguir preparándose sin desgastarse mientras presumían de haber actuado con prudencia y sentido de Estado evitando un pacto con Podemos, PDeCAT o EH Bildu.
Los cálculos en privado cuadraban, pero también eran conscientes del desgaste que supondría 'sostener' al PP en el Gobierno. Su estrategia de pactar con el PP en la Comunidad de Madrid y no secundar una moción de censura contra una Cifuentes agonizante, al tiempo que hacían lo propio con el PSOE en Andalucía había resultado ser un arma de doble filo: por una parte les protegía de los reproches de ambos, pero por otro daba patente de corso al argumento de sus rivales acerca de que Ciudadanos actuaba como garante del bipartidismo en lugar de como alternativa a él.
En un intento de cubrirse las espaldas, el mensaje en público fue claro: se podría apoyar la moción sólo en el caso de que fuera para convocar elecciones de forma inmediata, amortizando entonces su rédito en las encuestas. Lo bautizaron como 'moción instrumental', una fórmula que no existe legalmente y que, además, llegó tarde: la moción ya estaba en marcha, y su cálculo electoral había quedado en evidencia.
El final de la historia es conocido: lo improbable acabó haciéndose realidad, y como ya viene siendo habitual en los últimos años de la política española, se vivió otra 'primera vez': por primera vez en democracia una moción de censura salía adelante y descabalgaba al presidente del Gobierno sin pasar por las urnas.
Al PSOE le viene bien esperar
Siguiendo con su argumentación, desde Ciudadanos acusaron al PSOE de buscar el poder a toda costa -incluso pactando con "populistas y separatistas"-, y les conminaron a convocar elecciones de forma inmediata. El nuevo partido del Gobierno fue inconcreto en los plazos al inicio, y tajante después: no sólo no se darían prisa sino que, directamente, no habría elecciones. Esta misma semana despejaban dudas para abrir el curso político: no habrá adelanto electoral.
Los socialistas, que han vivido una dura travesía en el desierto tras la caída del zapaterismo por su gestión de la crisis, han entendido que gobernar era su mejor forma de sobrevivir. Con un líder al que intentaron eliminar desde dentro y que carecía de escaño en el Congreso, La Moncloa ha supuesto un altavoz perfecto para retomar posiciones. Fueron conscientes de que tienen algo menos de dos años para hacer cosas, y por eso el gabinete de ministros debía tener vocación de permanencia. De gobierno provisional, nada.
Al PSOE le conviene alargar la legislatura todo lo que pueda, y por eso es necesaria esa especie de 'entente cordial' con Podemos que tiempo atrás era del todo imposible. Ese acuerdo no garantiza la estabilidad, pero al menos les dota de un intermediario con el nacionalismo que ya demostró ser de gran utilidad en la negociación de la moción, llamadas a Puigdemont incluidas.
En esa estrategia de 'hacer cosas' el PSOE va a aprovechar para intentar hacer visible lo peor de sus oponentes. Por eso ha ido directamente a por temas sensibles, como sacar a Franco del Valle de los Caídos. Y no será la última decisión de calado que intentará tomar para forzar a los contrarios a escorar sus posiciones.
Podemos contemporiza
El resurgir del PSOE no viene bien a Podemos a corto plazo, pero a la vez le ha dado una cuota de poder que no tenía. Podría decirse que Pablo Iglesias, que vivió creyendo en el 'sorpasso' durante años, ha aceptado su posición en el tablero. Aguardará su momento para retomar protagonismo, pero de momento influir en las decisiones del Gobierno es mucho más de lo que podía esperar. La rueda de prensa de Iglesias desde La Moncloa actuando como una especie de portavoz gubernamental era toda una declaración de intenciones.
Quitarle el complemento a la pensión y la medalla a un torturador no basta; habría que juzgarle. Pero estoy feliz imaginando su cara hoy y la de sus víctimas. Como a los nazis les va a pasar, a donde vayan los iremos a buscar?? pic.twitter.com/UUr2yy1jew
— Pablo Iglesias (@Pablo_Iglesias_) 6 de septiembre de 2018
El futuro inmediato de la formación pasa por el enorme reto de las próximas elecciones Autonómicas y Municipales. Mantener el éxito cosechado en las anteriores será complicado, y más cuando el PSOE tienta a Manuela Carmena para que encabece su proyecto en Madrid, o cuando el éxito de Íñigo Errejón en la región podría suponer que reverdezca un contrapoder interno. Además de la capital, las plazas de Barcelona, Cádiz o Zaragoza, así como el peso estratégico en Galicia, Comunidad Valenciana (con Compromís), Cataluña y País Vasco determinarán su estado de ánimo y su posición de fuerza para las generales.
El PP se rearma
El terremoto interno del fin de época ha sacudido al PP con fuerza. Y todo ha sucedido contraviniendo la naturaleza propia de la formación: ganó una "coalición de
perdedores" tras un proceso de elección interna en lugar de una sucesión. Todo para que el aznarismo retome posiciones con un Pablo Casado que ha azuzado en sus primeras semanas a la inmigración y ha tomado distancia de la cruzada de Ciudadanos en Cataluña.
El PP necesita tiempo para rearmarse, y sabe que varias tormentas judiciales acechan en el horizonte, incluyendo alguna que salpica directamente al nuevo líder. En lo político, su amplia mayoría en el Congreso y su posición de bloqueo en el Senado le dan cierto margen para torpedear las acciones de sus rivales. El futuro de Rajoy, Cospedal o Sáenz de Santamaría dependía de seguir gobernando... pero el de Casado no. De momento hay una batalla previa a la de La Moncloa para ellos, y es la que viven con Ciudadanos por la primacía de la derecha.
Ciudadanos recalibra opciones
Y mientras, Ciudadanos ha quedado descolocado por cómo han ido las cosas. Su cálculo parecía sólido, pero al final se torció. Para colmo, su estrategia de enfrentarse en la calle al soberanismo catalán parece estar jugando en contra de sus expectativas: la manifestación para quitar lazos amarillos acabó con violencia contra un cámara de televisión, y la actitud de Rivera en su entrevista en TV3 ha recibido una oleada de críticas.
Ciudadanos sabe que Cataluña es su bastión, ya que han sido la fuerza más votada, y por eso batallará de forma directa, incluso contra cualquier clima de acercamiento que pueda llegar desde el nuevo Gobierno hacia los líderes separatistas. Y a la vez el PP sabe que ahora mismo su papel es marginal en ese escenario, por lo que han decidido retirarse de ese debate de forma temporal a la espera de que los de Rivera cometan algún error.
Así las cosas, el nuevo curso, que muchos daban por fugaz ante la inestabilidad parlamentaria, arranca con los cuatro grandes partidos necesitados de tiempo, incluso el que más ganas de elecciones tenía hace apenas unos meses.
Está por ver cómo de rápido van cambiando las cosas hasta entonces con la batería de elecciones que está por llegar: a las Autonómicas y Municipales y las Europeas del año que viene se unen, de momento, las andaluzas de este otoño. A saber si serán o no las únicas en llegar antes de tiempo.