Opinión
La gran pregunta cuando la plenitud no es posible: ¿es mejor amar o ser amado? Quien ama no pone límites a sus acciones en favor del ser amado, persevera en su actitud incluso ante el desafecto, sonríe hasta en los desengaños… El amado se envanece, se siente a salvo de críticas por su comportamiento, reduce su esfuerzo por contentar al otro a lo indispensable: está seguro en su pedestal.