Director de elEconomista

Si la semana pasada fue Juan Roig, quien estuvo en el punto de mira del Gobierno, esta han sido los bancos tras conocerse los beneficios récord obtenidos por BBVA y Santander. La vicepresidenta Yolanda Díaz escribió en su cuenta de Twitter que mientras los bancos se forran, "el euríbor encarecerá la hipoteca media en 250 euros al mes" y volvió a la carga con su plan para topar el interés de las hipotecas. Sería la primera vez en la historia en un país con un régimen de libre mercado como España.

La ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra, debería documentarse antes de lanzar falsas acusaciones. La semana pasada calificó al presidente de Mercadona, Juan Roig, de ejercer "un capitalismo despiadado" y después de señalar que "los híper se hacen de oro". Se refiere al incremento del precio de los alimentos, que ronda en 15% en tasa interanual. La culpa no la tienen las grandes cadenas de hipermercados como Mercadona o Carrefour, a las que mencionó Belarra, sino la sequía y el alza de las materias primas, desde fertilizante a gasóleos, que se utilizan en los cultivos.

Mientras Sánchez se reunía este lunes con Larry Fink, presidente de BlackRock, el mayor fondo del mundo y tenedor de deuda pública española y de acciones del Ibex para darle la bienvenida a sus inversiones, Blackstone, el primer fondo extranjero en activos inmobiliarios españoles anunciaba la venta de una cartera de 1.500 viviendas por temor a que la nueva Ley de Vivienda imponga severos topes a los alquileres, por prescripción de Podemos. Ya saben que se coge antes al mentiroso que al cojo.

Sánchez aseguró esta semana que "por mucho que les pese (a la derecha) el apocalipsis no ha llegado ni va a llegar". Y lleva razón, la economía española bordeará la recesión en los primeros meses del año sin llegar a caer, probablemente, en ella mientras que el empleo bajó de los tres millones gracias a la trampa de los fijos discontinuos.

"¿Por qué los tres grandes bloques se están desacelerando simultáneamente?", se preguntó ante una audiencia de millones de americanos. Por tres motivos: la guerra en Ucrania, la inflación y las altas tasas de interés.

En estas fechas navideñas felicitamos las fiestas y deseamos un próspero año nuevo. Pero ¿realmente 2023 va a ser mejor que 2022? Después de dos crisis seguidas, la del Covid y la energética, ya tocaría un poco de alivio. El año comienza, sin embargo, rodeado de incertidumbres.

Dicen que el Palacio de la Moncloa embruja a sus presidentes. Los inquilinos se acostumbran a la vida fácil, la atención permanente y el poder para hacer y deshacer a su antojo hasta perder el contacto con la realidad. Aznar nos embarcó en la guerra contra Irak en contra de la voluntad de la mayoría; Rajoy perdió la noción de lo que costaba un simple café y Sánchez ha hecho de la resistencia una filosofía de vida sin importar los medios para conseguirlo.

España no entrará en recesión técnica en el último trimestre de este año, pese a lo que habían anunciado muchos analistas. El Gobierno puede presumir de la resistencia de la economía, que salvará el año con una actividad por encima de la media europea, como le gusta recalcar a la vicepresidenta primera, Nadia Calviño, gracias al enorme peso de los servicios frente a la industria. En ello han jugado un papel esencial, la moderación de los salarios, con subidas medidas menos de la mitad de la inflación.

Sánchez es rehén de Yolanda Díaz y de Oriol Junqueras. Necesita mantenerlos como socios leales para seguir en el Gobierno en la próxima legislatura, lo que explica su política errática y contrahecha.

El Gobierno sigue con su estrategia populista. Después de aprobar el impuesto a los bancos la semana pasada sin cambiar ni una coma, pese a las advertencias del BCE, Calviño acordó un código de buenas prácticas, que aplaza hasta cinco años la amortización del principal para rentas inferiores a 25.200 euros y congela hasta dos años el pago de las cuotas.