España no entrará en recesión técnica en el último trimestre de este año, pese a lo que habían anunciado muchos analistas. El Gobierno puede presumir de la resistencia de la economía, que salvará el año con una actividad por encima de la media europea, como le gusta recalcar a la vicepresidenta primera, Nadia Calviño, gracias al enorme peso de los servicios frente a la industria. En ello han jugado un papel esencial, la moderación de los salarios, con subidas medidas menos de la mitad de la inflación.
La buena nueva no es exclusiva de nuestro país. La economía europea está aguantando mejor de lo esperado, con un crecimiento del 0,3% en el tercer trimestre, que sorprendió a propios y extraños. ¿Cuáles son los motivos? Sobre todo, la energía. Los almacenamientos de gas están llenos hasta más del 90% de su capacidad y un invierno más suave de lo previsto en la mayoría de Europa ha permitido que el precio del gas TTF, que cotiza en el mercado holandés, pasara de 340 euros el megavatio hora a menos de 100 euros a finales de diciembre.
El cierre definitivo del Nord Stream, el conducto que traía el gas ruso a Europa, provocó un rebote del megavatio hasta 130, pero no ha logrado el efecto esperado por Putin.
A esto se suma que el tope al gas, aunque fue muy criticado, tampoco provocó tensiones en los mercados, lo que ha mantenido los precios de la electricidad entre cien y doscientos euros el kilovatio, muy por debajo de entre los 300 y 400 euros previstos para este invierno.
Los combustibles están también por debajo de lo estimado, pese la entrada en vigor de los límites a los precios del crudo ruso impuestas por la UE y el G7. EL barril de Brent cotiza a niveles de enero. Asimismo, el coste de muchas materias premias se moderó, volviendo a precios de 2021.
Pero ¿son estos precios sostenibles en el tiempo? Sobre todo, si la guerra de Ucrania se prolonga. El informe presentado por la Agencia Internacional de la Energía (AIE) a principios de este mes advierte de que Europa "corre el riesgo de quedarse sin gas el próximo invierno". Su director ejecutivo, Fatih Birol, manifestó en el consejo informal de ministros de la UE que "el invierno que viene puede ser más difícil que éste. Tenemos que empezar a prepararnos".
La AIE advierte de que el proceso de llenado de los almacenamientos de gas europeos en 2022 se benefició de factores esenciales como el funcionamiento de los flujos de los gasoductos rusos durante el verano y las menores necesidades de gas natural licuado (GNL) de China, que bien podrían no repetirse en 2023. "Esto aumenta el riesgo de una brecha entre la oferta y la demanda de hasta 30.000 millones de metros cúbicos (bcm) durante el verano para recargar las reservas de gas en 2023", señala el informe.
El temor una aceleración de los precios energéticos en los próximos meses proviene de China. Los expertos esperan que con el fin de la política del Covid Cero, el crecimiento del gigante amarillo vuelva a cuotas del 5% anual, el doble de la actual. El país asiático está entre los mayores consumidores de gas y de petróleo del planeta, lo que impulsaría el barril de crudo.
Con la perspectiva de que los costes energéticos pueden volver a rozar los cielos y con los precios de los alimentos disparados en tasas cercanas a dos dígitos, los bancos centrales de Estados Unidos y Europa dieron la voz de alarma esta semana. El mensaje al unísono fue de que la inflación está lejos de contenerse y, por ende, los tipos de interés se encarecerán más allá de lo esperado. Un jarro de agua fría frente al optimismo de los últimos meses, que dibuja un panorama de incertidumbres para el comienzo de 2023.
Los primeros en enfriar los ánimos fueron los miembros de la Reserva Federal estadounidense, que después de limitar a medio punto el alza del precio del dinero, advirtieron que éste podría alcanzar tasas de entre el 5 y el 5,5%, es decir hasta un punto por encima de lo previsto el pasado septiembre. El anuncio fue acompañado de un incremento de las previsiones de inflación tanto para este año (del 5,4 al 5,6), como el que viene (del 2,8 al 3,1) y el siguiente (del 2,3 al 2,5) a la par que redujo el crecimiento de 2023 en más de medio punto (del 1,2 al 0,5).
Un diagnóstico muy parecido al del BCE, que escenificó su presidenta, Christine Lagarde, al aparecer con un pañuelo rodeado al cuello para combatir el resfriado causado por el súbito descenso térmico en Fráncfort de hasta seis grados bajo cero. Los precios europeos terminarán en el 6,3% este año, frente al 5,5 previsto, y alcanzarán al 3,4% en 2023, frente al 2,3% estimado antes.
En ambos casos, el mensaje es coincidente, el objetivo de que la inflación se moderen hasta tasas en torno al dos% se retrasa a 2024, lo que significa que la subida de los tipos de interés se prolongará a lo largo de todo el año que viene y el siguiente. En Europa, ya se cuenta con un alza adicional del precio del dinero de entre medio y un punto, hasta el 3,5 o 4%, como avanzamos en esta tribuna. Esto conducirá a una recesión técnica (dos trimestres seguidos), que Lagarde califica de "breve". Pero ya se verá.
Nuestro país no escapará a esta tendencia, y menos teniendo en cuenta que el discurso de la presidenta del BCE contenía un dardo envenenado. El incremento de los tipos de interés se acompañará desde marzo con una reducción del balance de compras de deuda a los Estados miembros. Un mensaje avanzado en esta tribuna hace semanas, y que ha sorprendido en el Tesoro, donde esperaban que las compras se mantuvieran hasta el primer semestre de 2024.
La noticia fue acogida con un repunte automático de la prima de riesgo hasta superar de nuevo los cien puntos. La deuda pública saltó en noviembre por primera vez en la historia los 1,5 billones y equivale al 116% del PIB. Según las previsiones recogidas en los Presupuestos, el Tesoro tendrá que colocar en 2023 deuda por 257.000 millones, el 8% más que este año.
La reducción del programa de adquisiciones (PPA) en 15.000 millones mensuales a partir de marzo supondrá, según Lagarde, que el BCE dejará de recomprar la mitad de las emisiones de deuda que venzan, con lo que pone punto final a la política de relajación monetaria (quantitative easing) de Draghi. Un golpe al Tesoro, cuyas emisiones netas alcanzarán los 71.000 millones.
Con este panorama, el Gobierno tendrá que ser a partir de ahora mucho más cuidadoso con su política de gasto público. El primer desafío será la redefinición del paquete de ayudas para combatir la crisis. Sánchez insistió esta semana en que habrá ayudas para contener los precios de la alimentación como es lógico, ya que la presión ha pasado de la energía a los alimentos, según los datos del IPC.
El Ejecutivo descarta, por fin, un incremento de los impuestos a las cadenas de distribución, que no han elevado los márgenes de beneficio, como se demuestra en el informe que publicamos hoy en elEconomista.es.
Lo mejor sería entregar un cheque a quienes no pueden hacer frente a los gastos de la cesta de la compra, no a siete y ocho millones de españoles como sugirió la vicepresidenta Yolanda Díaz. Si el Gobierno vuelve al electoralismo con los programas de ayudas, se ganará la desconfianza de los mercados sobre la financiación de la deuda.
Con los tipos de interés en torno al 4% a finales del próximo año, el coste de la deuda a medio y largo plazo se irá a tasas superiores al cinco%. Se acabaron los años de vino y rosas en el gasto, volvemos a la cruda realidad y aún quedan un par de años duros, según el BCE.
PD.- En la CEOE también vienen tiempos difíciles. Esta semana se conocerá el nuevo organigrama, que puede provocar una fragmentación de la patronal, mientras que la relación con el Gobierno ha pasado de cordial a inexistente. A Garamendi no se le consultó las últimas subidas de cotizaciones, ni de las máximas ni del 0,6% del mecanismo de compensación intergeneracional anunciado por Escrivá para sufragar las pensiones. Tampoco nadie en el Ejecutivo le informó de la próxima subida del SMI. La ruptura con los empresarios es total. El Gobierno ha pasado del buen talante y el dialogo socia para conseguir acuerdos, a la política de ordeno y mando, como ha planea hacer con la reforma del Constitucional.