
En estas fechas navideñas felicitamos las fiestas y deseamos un próspero año nuevo. Pero ¿realmente 2023 va a ser mejor que 2022? Después de dos crisis seguidas, la del Covid y la energética, ya tocaría un poco de alivio. El año comienza, sin embargo, rodeado de incertidumbres.
En el plano internacional, la energía va a marcar el paso. La Agencia Internacional de la Energía (AIE) advertía en su último informe que las verdaderas dificultades llegarán el invierno próximo, porque Europa ya no contará con Rusia para llenar sus reservas de gas. Pero lo cierto es que Putin hace meses que perdió la guerra y la paz podría firmarse antes de que los árboles empiecen a perder las hojas.
Hasta los bancos centrales, que no supieron ver venir la tormenta, relajan las previsiones para el próximo ejercicio. La crisis será más larga, hasta bien entrado 2024, pero menos intensa de lo esperado.
Todo apunta a que hacia primavera, con la llegada del buen tiempo, se empezará a notar el alivio. Pero en este caso no va a depender de Putin, sino de su colega Xi Jinping.
El giro dado por el mandatario chino, con la reapertura y la supresión de las restricciones antiCovid está comenzando a tener un efecto muy positivo. La actividad repunta en ciudades como Pekín, Chongquing, Chengdu o Wuhan. La ocupación en los transportes público pasó del 40% al 100%, según Caixin y los comercios y restaurantes recuperan su actividad de antaño. El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades aseguró este jueves que los contagios habrían tocado techo en varias de estas ciudades, incluida la capital.
Pero en otros grandes centros urbanos como Shanghái, Shenzen o Suzhou el tráfico de pasajeros bajó del 42 al 34% y el tráfico rodado del 57 al 34%. La situación es complicada, muchos chinos dejaron de acudir al trabajo o aguardan colas kilométricas en hospitales para ser atendidos. La pandemia está en plena expansión.
Los mercados financieros descuentan un impulso de la economía china, la segunda mayor del planeta, pero algunas gestoras como Amundi o JD.Com advierten de la posibilidad de un recaída, ante una sanidad desbordada que pueden hacer retroceder a las autoridades chinas sobre sus intenciones iniciales. El PIB pasó de crecer el 8,5% en 2021 a alrededor del 2,5 este año.
Los analistas advierten de que, aunque repunte la actividad, la normalización de las cadenas de suministro será lenta, la crisis inmobiliaria sigue produciendo estragos y el Banco Central se podría ver obligado a bajar los tipos de interés e inyectar dinero a la economía, lo que provocaría un hundimiento de su moneda, muy castigada ya frente al dólar, y desatar la crisis financiera.
En espera de que se resuelvan estas incertidumbres, ¿qué pasará en España? La economía se comportó mejor de lo esperado en 2022. Sánchez anunció que creceremos por encima del cinco%, mientras que la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, hizo balance del primer año de reforma laboral con la creación de más de medio millón de empleos y una población activa por encima de 20 millones por primera vez.
Díaz pasó, sin embargo, por alto que los fijos discontinuos inflan las cifras del empleo en cerca de 200.000 personas y se atribuyó todos los méritos. "Se han hecho 52 reformas laborales que caminaban en una única dirección: desregular el mercado laboral y recortar los derechos de los trabajadores", clamó ante la Prensa.
En esta ocasión, el triunfo no es suyo, sino de los sindicatos. La inflación terminará el año en el 8,5%, mientras que los salarios suben en torno al 2,5. Es decir, perdemos de media seis puntos de poder adquisitivo sin que los sindicatos se rasguen las vestiduras ni den síntomas de echarse a la calle, como ocurre en Reino Unido u otros países europeos.
Díaz y Sánchez tienen maniatados a CCOO y UGT con bicocas como la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), que merman la creación de empleo. La moderación salarial está permitiendo capear el temporal a las empresas y a la administración pública. El Estado se ahorra miles de millones gracias a que los funcionarios aceptaron alzas del 3,5%, cinco puntos inferiores a a la de las pensiones. Los jubilados, a los que el Estado mima por razones electorales, son los auténticos beneficiados. Todos los demás trabajamos para mantener su poder adquisitivo y la reelección de Sánchez.
Hay un segundo elemento amortiguador del desempleo: las reformas del PP, sobre todo la laboral, ofreció una gran flexibilidad a las empresas. Los Ertes o las reducciones de jornada, que aliviaron a millones de empleados durante la pandemia, no son un invento de Yolanda Díaz sino de Fátima Báñez.
Asimismo, el Gobierno de Mariano Rajoy impulsó la gran apertura del tejido productivo hacia el exterior, lo que transformó la estructura económica y lo hizo más resistente. La fortaleza mostrada por el comercio exterior durante la crisis energética es el segundo factor que explica el mantenimiento del empleo.
Hay un tercer elemento, citado por los expertos, atribuible a este Gobierno. La pandemia blanqueó la actividad de millones de pymes, que se vieron forzadas a dar de alta a sus trabajadores para que pudieras beneficiarse de los Ertes.
La cuestión es si esa resistencia nos garantiza un próspero año. La respuesta es obvia: no. La mayor fragilidad está en las finanzas públicas. El gasto disparado superó la barrera del 50% por primera vez, mientras que la deuda saltó los 1,5 billones (hasta el 116 del PIB), también un hito histórico.
En el lado positivo, gracias al empleo y a la inflación desbocada, la recaudación fiscal bate récords. La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, había previsto que alcanzara 244.000 millones a finales de año, 20.000 más que el anterior. Pero superará los 250.000 millones, 30.000 millones más que en 2021.
La pena es que el Gobierno desaprovechó esta orgía tributaria para atajar el déficit y la deuda, como se comprometió con Bruselas. Los destinó al paquete energético, donde se fundió 35.000 millones en medidas anticrisis en parte electoralistas, como los 20 céntimos en las gasolinas, que pasará una factura próxima a los 5.000 millones y que acaba de suprimir.
Pero los excesos, tarde o temprano, hay que corregirlos. Montero presupuestó para este ejercicio un incremento de los ingresos tributarios de algo más de 17.000 millones, que instituciones como la AIReF rebajan porque la economía se comportará peor de los previsto por Calviño. Además, el precio del dinero encarecerá el coste de la deuda.
El resultado es que Hacienda no tuvo más remedio que echar el freno. Redujo el paquete anticrisis a un tercio del anterior, 10.000 millones, y recortó su duración a medio año. Los negociadores tenían una gran presión para no rebasar esta cifra, según medios cercanos. El cheque a la población vulnerable quedó en 200 euros, menos de la mitad de los 500 euros pedidos por Podemos, y beneficiará a cuatro millones de personas, frente a los millones que pedía el partido morado.
La rebaja del IVA tendrá un efecto más propagandístico que real en el bolsillo de los ciudadanos. De los 2.000 millones recaudados por el IVA alimentario, sólo se recortará en 600, menos de un tercio. La medida estrella, que hubiera tenido impacto, su aplicación a las carnes estuvo sobre la mesa, pero se quedó fuera por su coste elevado. Los negociadores socialistas hicieron bromas incluso con que los ciudadanos culparían al ministro de Consumo, Alberto Garzón, como así ha sido.
Pero no se confíen, la crisis aún no ha terminado y puede mostrar su cara más fea por culpa de la financiación. El Gobierno está muy preocupado por el impacto que el alza de los tipos de interés tendrá en los hipotecas y en las pymes. Un tercio de la población está hipotecada y las medidas pactadas por la banca pueden ser insuficientes para contener los impagos.
En el caso de las pymes, la circunstancia se agrava porque muchas de ellas accedieron a créditos ICO durante la pandemia que se repartieron si ningún rigor y ahora afrontan su devolución. Después de la sangría de quiebras hasta otoño con aumentos del 70%, Calviño dio con la solución, una moratoria concursal durante dos años más, hasta después de las elecciones. ¡Qué gran idea! Retrasar un problema suele agravarlo en vez de resolverlo. Aún así confío que en 2023 llegará la recuperación. ¡Feliz año!