
En la política española de los últimos años el léxico, la semántica y los detalles han sido más importantes que los hechos. Eso mismo está sucediendo ahora en las incipientes negociaciones entre el PSOE y ERC para la investidura de Pedro Sánchez tras las elecciones del 10 de noviembre y el preacuerdo de Gobierno de coalición de los socialistas con Unidas Podemos.
Protagonistas indiscutibles de la intrincada gramática del procés, en ERC saben lo traumático que les puede resultar cualquier tipo de apoyo a Sánchez tras la sentencia del 1-O y buscan construir un sintagma en el que apoyarse y justificarse: "una mesa de diálogo".
Qué es la mesa de diálogo para ERC
Pero, qué es esa mesa de diálogo. Los partidos, en su tónica habitual, se han referido repetidamente a esa "mesa" sin dar excesivos detalles sobre la misma más allá del objeto de abordar la situación catalana desde el diálogo. Solo en los últimos días, cuando ERC ha puesto la constitución de esta mesa como condición necesaria para abstenerse en la investidura de Sánchez -sobre ese mantra gira su pregunta a la militancia-, se ha empezado a hacer un trazo de la misma.
Despejando los giros retóricos de sus dirigentes, parecer quedar claro que ERC quiere un mesa de diálogo entre gobiernos, es decir, entre Ejecutivo central y Ejecutivo autonómico. Los republicanos se remiten a la 'cumbre' de Pedralbes el pasado diciembre en la que Sánchez y Torra se reunieron en Barcelona con otros miembros de sus gabinetes y convinieron en "la existencia de un conflicto sobre el futuro de Cataluña.
El vicepresidente del Govern y una de las voces más autorizadas de ERC en este momento, Pere Aragonès, se expresaba en estos términos este fin de semana: "Ha de ser una mesa de negociación entre los representantes de las mayorías ciudadanas y parlamentarias. Es decir, entre los gobiernos".
Qué es la mesa de diálogo para el PSOE
Si para los republicanos la mesa ha de ser un espacio de "negociación" entre "gobiernos" para abordar el "conflicto político" en Cataluña, los socialistas, obligados a cierta cautela, prefieren hablar de momento de un espacio de "diálogo" entre "partidos" para abordar "el problema de convivencia" existente en Cataluña. Sánchez y los suyos aún recuerdan la 'pesadilla' que supuso abrir este canal y el debate en torno a la figura del "relator" que pidieron los soberanistas.
Cuando ERC empezó a agitar la exigencia de esta mesa, el propio Sánchez salió en rueda de prensa para remitirse a una mesa de partidos catalanes reunidos al calor del Parlament. Una iniciativa que el presidente catalán, Quim Torra, ha impulsado un par de veces y que ha obtenido escasos réditos. Pasados los días, en Moncloa empezaron a asumir que ese diálogo podría trascender el ámbito de los partidos autonómicos. Unidas Podemos ha suscrito sin matices la postura socialista en este sentido y tan solo ha hecho neutras apelaciones al diálogo.
En Ferraz y en Moncloa son conscientes de que ahora mismo no pueden impulsar una negociación directa entre gobiernos sin pasar por el cauce de los partidos y teniendo en cuenta la precaria situación de un Govern dividido e inestable que no se sabe cuánto durará. El Gobierno en funciones prefiere mantener el cauce institucional en la bilateralidad entre ejecutivos y que los partidos sean los que se remanguen.
No obstante, los socialistas también saben que tienen que proporcionar a ERC un lugar seguro en el que aterrizar, y en eso consistirá la ardua negociación que se espera entre Adriana Lastra y Gabriel Rufián. El quid de ese proceso será determinar qué mesa se conforma para que los republicanos puedan ayudar a Sánchez sin ser vistos como 'traidores' por el independentismo y para no parezca que Sánchez cede en demasía con los independentistas.
El contenido de la mesa
Si la estructura de la mesa ya presenta un primer problema, los contenidos a tratar en la misma anticipan una segunda pantalla conflictiva. Por parte de ERC, el propio Aragonès ha dejado claras en una carta enviada a La Vanguardia las cuatro exigencias que pone su partido.
ERC reclama que en mesa tenga 'cuatro patas':
1. Un diálogo de reconocimiento. De igual a igual.
2. Un diálogo sincero. Sin condiciones.
3. Un calendario claro.
4. Garantías de cumplimiento.
A simple vista, parecen condiciones lo suficientemente abstractas para que haya espacio de acuerdo. Sin embargo, yendo al detalle de cada punto aparecen las dificultades. En el segundo punto Aragonès habla de debatir "el derecho de autodeterminación", de "referéndum" y de "amnistía" con los políticos independentistas en prisión por el procés. Por si queda poco claro, ERC insiste en el cuarto punto: "Qué mejor mecanismo que someter a la validación del pueblo catalán aquello que seamos capaces de pactar en esta mesa. No hay nada más validador que las urnas".
Estas exigencias ponen el listón muy alto al PSOE, que aunque no lo ha verbalizado con precisión, siempre ha planteado que este diálogo debe transcurrir sobre asuntos que impacten en el día a día de los catalanes como servicios básicos, financiación o infraestructuras. El marco de los socialistas seguirá siendo el respeto a la ley (la Constitución y el Estatut). Algo que choca con las demandas de ERC.
El PSOE también ha deslizado de forma intermitente la idea de repescar el Estatut llevado en su día al Tribunal Constitucional y 'empezar de cero' con una alternativa que también permitiría a los catalanes votar en referéndum. Sin embargo, el independentismo ha volado tan alto que asumir esta posibilidad tendría un alto precio para una ERC que va a tener en frente a JxCat y en menor medida la CUP. De momento, comienza la 'batalla' léxica.