El Banco de Pekín sorprendió esta semana con una bajada de los tipos de interés de referencia de los créditos a un año, a contracorriente del resto de los bancos centrales del planeta, después de que hace unas semanas redujera en medio punto el coeficiente de reservas obligatorias a las entidades financieras para estimular su economía. El lunes, las bolsas de medio mundo se asustaron. Los parqués tanto de Shanghai como de Hong Kong cerraron con un desplome, que reverberó en el resto de las plazas asiáticas, con caídas próximas al dos por ciento. ¿Tan mal está la economía china?
La respuesta más lógica sería que existe temor a que la Ómicron tumbe la actividad, como ya ocurrió con las anteriores variantes del virus, la Alfa, Beta ó Delta. Las autoridades chinas son, además, tajantes en este aspecto. La semana pasada el cobalto subió más del 30 por ciento porque se cerraron varias de las minas por la aparición de unos pocos infectados entre sus trabajadores.
La política de tolerancia cero con el Covid, junto a la reapertura de las economías del sureste asiático, son dos de las causantes de los cuellos de botella en los suministros, que provoca que el coste de los fletes se haya multiplicado por diez con las derivadas sobre los precios al consumo.
Este miércoles, la ciudad de Xian endureció las restricciones a la movilidad de sus cerca de 13 millones de habitantes. Redujo prácticamente a cero el transporte público, los vuelos desde su aeropuerto y restauró los controles policiales en las carreteras. Los culpables fueron 43 viajeros con Covid en un vuelo procedente de Pakistán
Existen motivos de inquietud adicionales. Su divisa, el yuan, está en niveles récord, gracias precisamente a la fortaleza de las exportaciones en la salida de la crisis. El Banco de Pekín intervino hace unos días para desinflar su precio. Pero el factor más preocupante es el sector inmobiliario. La declaración de quiebra de Evergrande es la punta del iceberg de un problema mucho más profundo, que las autoridades chinas llevan años sin resolver: el endeudamiento oculto de muchas empresas y, sobre todo, de gobiernos regionales, que para colmo de males han adquirido suelos a precios elevados para intentar evitar la quiebra de inmobiliarias locales y no pueden dar salida a los terrenos que tienen, una de sus principales fuentes de financiación. En nuestro país tenemos un ejemplo similar con la Sareb, el banco público ahogado por la deuda contraída en la adquisición de los activos dañados de inmobiliarias y cajas de ahorros durante la Gran Recesión.
La provincia de Guizhou está entre las más pobres y endeudadas de China. Sede de la empresa de licores Kweichow Moutai, una de las empresas más valoradas de la bolsa de Shanghai, tuvo que recibir un préstamo para financiar sus gastos corrientes de esta sociedad pública, en la que tiene una participación relevante. El Gobierno regional salda sus compromisos a duras penas, entre otras cosas porque tiene una docena de vehículos de inversión muy endeudados, que durante los últimos meses han encabezado las pujas para la adquisición de suelo local, en un intento de levantar los ingresos de las inmobiliarias. Los analistas advierten del riesgo de contagio al gasto público y, por ende, al crecimiento de la región.
Nanyang es una ciudad de alrededor de diez millones de habitantes, ubicada en el centro del país, que en los últimos años ha sido receptora de las olas de inmigrantes procedentes de las zonas rurales, donde inmobiliarias como Evergrande y Country Graden hicieron su agosto. El precio medio de los inmuebles cae entre el 30 y el 40 por ciento y las oficinas de venta soportan colas de compradores que piden la devolución de su dinero.
El Gobierno central ha ido tomando medidas para limitar los créditos a los promotores y endurecer las condiciones de los créditos para cumplir con el mandato del primer ministro chino, Xi Jingping, de que "las casas son para vivir y no para especular". Pero estas restricciones de liquidez, unidas a las caídas de precios, no hacen más que agravar la situación del sector inmobiliario.
Las ventas de los cien mayores promotores cayeron el 36,2 por ciento en septiembre, después de hacerlo un 20,7 por ciento en agosto, según los últimos datos oficiales. Septiembre y octubre suelen ser los meses mejor de ventas.
El enfriamiento del sector inmobiliario relanza el debate entre los economistas sobre si la relajación de la política monetaria de Pekín intenta evitar un severo golpe para su economía. El jefe para Asia de 'Oxford Economic', Louis Kuijs, advierte que el frenazo inmobilario puede reducir la tasa de crecimiento del 5 por ciento estimado, a sólo el 3,6 por ciento. Nomura no se atreve a dar un porcentaje, pero sí advierte del daño que puede ocasionar un sector que representa por sí sólo el 14 por ciento del PIB y alcanzaría hasta el 20 por ciento con los servicios indirectos.
En noviembre, las hipotecas registran un cierto alivio, lo que lleva a muchos analistas a pensar que lo pico de la crisis se alcanzará estas Navidades. Nomura estima que las ventas cayeron el 10 por ciento este año y entre el 5 y el 10 por ciento el que viene, y los precios cerca de un tercio. Oxford Analitics augura que las autoridades tendrán que seguir flexibilizando su política monetaria para suavizar la crisis. Además, algunos gobiernos regionales, como el de la provincia de Heilongjiang, empiezan a anunciar iniciativas para aliviar al sector. Organiza campañas online para ayudar a vender a los promotores a la par que concede subvenciones a los ciudadanos interesados en comprar viviendas.
No obstante, con la nueva variante Ómicron, es comprensible la inquietud por el estado de la economía el gigante asiático. La política de tolerancia cero de Pekín, no impidió que la deuda total china (empresas no financieras, más hogares, más Gobierno) ronda el 300 por cien del PIB, según CaixaBank. Un porcentaje muy parecido a las economías occidentales, con una mayor liquidez, pero alejado de las emergentes. Un país similar como India soporta un endeudamiento del 140 por ciento, la mitad. Algunos analistas alertan, además, del riesgo de que el fin de la globalización, penalizará la industria y las exportaciones chinas durante los próximos años.
El 19 Comité Central del Partido Comunista Chino celebrado en noviembre consagró a Xi Jinping como líder absoluto y renovó por tercera vez su mandato con la misión de que el país se convierta en la primera superpotencia económica en 2050. Hasta entonces quedan muchas mejoras que implementar y habrá que afrontar numerosas crisis. La inmobiliaria es una de ellas.
La misma ambición de ordeno y mando se observa en otras partes del planeta. La pelea destapada esta semana en Merlin Properties por sustituir a su consejero delegado, Ismael Clemente, muestra la existencia de un problema de gobernanza interna. Los accionistas se enteraron in extremis de las tensiones existentes entre la dirección de la compañía y el presidente no ejecutivo, Javier García-Carranza.
Hace unas semanas, los accionistas de Inditex se vieron sorprendido por la sustitución de Pablo Isla por Marta Ortega. Un giro copernicano en el plan de ruta marcado hasta ese momento. Las empresas del IBEX adolecen de planes de gobernanza. La mayoría no tiene siquiera previsto un programa de sucesión en caso de que hubiera que sustituir por un caso de fuerza mayor al primer ejecutivo. Como Xi Jingping, tienen deberes.
PD.-A falta de conocer mayores detalles sobre la reforma laboral, ésta supondrá una merma de competitividad para las empresas al reinstaurar los convenios colectivos para la subida de los salarios ó la ultractividad, que tantos quebraderos de cabeza produjeron con la inflación en la última gran crisis. En líneas generales, se mantienen los principales hitos de la reforma de 2012 al no tocarse aspectos fundamentales como el despido. Pero se echa de menos propuestas que favorezcan a las empresas, al quedar en el tintero temas como el elevado absentismo.
En estas circunstancias, los empresarios de Madrid y Cataluña se abstuvieron, que es como decir que no. Además, de la patronales del automóvil y del campo, que exige un trato específico. Hubiera sido necesario mayor ambición por parte de la CEOE. ¡Feliz Navidad!