China no deja de sorprender. Pekín cambia el paso respecto a las economías occidentales y vuelve a inyectar estímulos en su economía por la desaceleración del crecimiento. Todo ello en un momento en el que, en el resto de países desarrollados, el debate está en retirar lo más rápido posible las ayudas sin dañar la economía.
Mientras el presidente de la Reserva Federal americana (Fed), Jerome Powell, alerta de los riesgos de la inflación -que ayer se desbordó en máximos no vistos desde 1982- y los consejeros del Banco Central Europeo (BCE) debaten también ya un repliegue monetario; China va por libre. En las últimas semanas, el gigante asiático ha anunciado nuevos estímulos e inyecciones monetarias en su economía. Pekín ha aprobado un conjunto de medidas de flexibilización para reavivar el crecimiento general, que se desaceleró significativamente en el tercer trimestre. Las últimas medidas incluyen la facilitación de las hipotecas. Además, ha aparecido un recorte inesperado de la cantidad de efectivo que los bancos deben mantener, lo que podría reducir los costes de financiación para las empresas.
Está operación inyectará, según el consenso de analistas, unos 188.000 millones de dólares en el sistema financiero para apoyar la economía real y estabilizar los costes de financiación de las empresas. El Banco Popular de China (PBOC) anunció esta misma semana que reducirá el coeficiente de reservas obligatorias (RRR) de las instituciones financieras en 50 puntos básicos el 15 de diciembre. La media ponderada del RRR de las instituciones financieras caerá al 8,4%, según el PBOC.
Según algunos economistas, las incertidumbres sobre el crecimiento económico, como el impacto de las fluctuaciones de las exportaciones y la nueva variante de Covid ómicron, pueden ser también las razones del recorte del RRR. Anteriormente, las autoridades se habían mostrado reacias a relajar la política monetaria, porque la inflación estaba aumentando y la desaceleración económica no era lo suficientemente grave como para hacer descarrilar el objetivo de crecimiento del PIB de este año, dijeron.
El banco central chino apunta que mantendrá una política monetaria estable, seguirá con una liquidez razonablemente amplia y coordinará la política macroeconómica entre este año y el siguiente. Además, apoyará a las pequeñas y medianas empresas, el desarrollo ecológico y la innovación científica y tecnológica. De esta forma, los dirigentes chinos están tratando de revertir una fuerte desaceleración del crecimiento sin abandonar las políticas que desencadenaron gran parte de la debilidad del primer shock tras la crisis del coronavirus.
Desde finales de septiembre, las autoridades han suavizado las restricciones a los préstamos hipotecarios, han flexibilizado las normas de licitación de terrenos y han prometido medidas para facilitar a los promotores el pago de sus deudas, lo que podría permitirles poner en marcha nuevos proyectos con mayor rapidez.
Frenar la subida del yuan
Qué lejos quedan los tiempos en los que los descensos y depreciaciones del yuan marcaban la evolución de las principales economías y bolsas el planeta. Más de cinco años han pasado desde aquel fatídico verano de 2015 en el que la divisa oriental marcaba el paso de los mercados y de las decisiones políticas y monetarias de los principales motores económicos del planeta. Ahora más de un lustro después, la situación es radicalmente opuesta a la vivida entonces. De hecho, el yuan lleva meses apreciándose frente a las divisas más negociadas del planeta, incluido el dólar estadounidense, que se encuentra en el centro de todas las miradas por la fortaleza que ha supuesto para su cotización el acelerón a la reducción de los estímulos monetarios por parte de la Fed para combatir el temido avance de la inflación.
El último empuje a su cotización frente al resto de divisas mundiales lo dio esta semana tras aprobarse en el seno del Dragón Rojo una nueva reducción en los requerimientos de reservas de capital del sector bancario. En concreto, a la gran banca se le rebajó este mínimo exigido en 0,5 puntos, inyectando así hasta un total de 188.000 millones de dólares más a su economía. Pese a las dudas en torno al ritmo de recuperación económica en el seno del gigante asiático que despertaba la adopción de esta medida, el yuan siguió revalorizándose en los primeros compases de la semana, hasta situarse en los 0,139 euros por unidad, rozando de nuevo máximos no vistos desde marzo de 2016, después de las dos devaluaciones de la divisa china. Con esta subida, acumula ya una revalorización de más del 10% frente a la moneda europea en lo que va de año.
Por todo ello este jueves, el Banco Popular de China anunció una nueva medida para frenar su divisa, al elevar el requerimiento a los bancos del 7% al 9% de reservas en divisas extranjeras. Es la segunda vez que lo hace en 2021 después de que en junio elevara esta ratio del 5 al 7% y obliga con ello a las entidades financieras a vender yuanes y comprar otras monedas. Este movimiento, aunque no es nuevo, llevaba sin ser utilizado desde 2007.
También esta semana, la entidad central señalaba un límite de tolerancia con respecto a los niveles máximos de la divisa, al situar su tasa de referencia por debajo de lo previsto al inicio de la sesión (cada día fijan el rango máximo en el que permitirán que se mueva el yuan antes de intervenir en el mercado).
La mayoría de los analistas esperan que el banco central chino empiece a relajar la política monetaria para contrarrestar la ralentización del crecimiento. Esta situación choca con lo que sucede en Estados Unidos, donde la Fed ya ha anunciado el inicio del repliegue de los estímulos americanos. A medida que los tipos de interés estadounidenses suban, el dólar se convertirá en una divisa más atractiva para los inversores, lo que podría provocar salidas de capital de China. ¿Deben preocuparse lo inversores? Los analistas no ven aún un gran riesgo de depreciación. Sin embargo, habrá que esperar para ver qué otras sorpresas depara Pekín.