
Ahora que se cumple un mes de la remodelación del Gobierno de Pedro Sánchez, perpetrada más con alevosía que con premeditación, me viene a la memoria ese cambiar para que nada cambie de la paradoja de Giusseppe Tomasi di Lampedusa, porque el lifting operado en el Consejo de Ministros ni ha mejorado la gestión, ni ha apaciguado las discordias y enfrentamientos en el gabinete y, ni siquiera, ha dado la vuelta a las encuestas que continúan acentuando esa cuesta abajo en la rodada en que ha entrado el PSOE y una mayoría absoluta del centroderecha si hoy se celebraran elecciones.
Y nada ha cambiado porque el problema de este Gobierno no es de nombres y personas, que también, sino de carencia de proyecto y de programa, de división, de falta de liderazgo, de ausencia de talante, de sobrevivir gracias al chantaje de los independentistas y de su escasa preparación y credibilidad.
Ni en España, ni en Europa ni en Estados Unidos, y tampoco las instituciones económicas y financieras internacionales se fían de un presidente que dice una cosa y la contraria, cuya palabra ha demostrado que carece de valor y ha plagiado su tesis doctoral y su currículum, algo que aquí se transige pero que repudian en todas las grandes potencias del mundo occidental. Como recelan también de un Gabinete con ministros comunistas y bolivarianos.
Un Gobierno que se ha desentendido de la crisis sanitaria bajo el pretexto de la cogobernanza para luego atribuirse mérito y medallas que corresponden a las autonomías. Que tiene en su haber el mayor exceso de mortalidad asociada a la pandemia -un 68,5% más de muertes en la primera ola, solo por detrás de EE UU y del Reino Unido- y es también líder en contagios y en hospitalizaciones, como muestra el último informe del Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades (ECDC) en el que España aparece como el segundo país de Europa con más incidencia acumulada de contagios, 720,71 hasta el 1 de agosto.
Un Gobierno que lidera también el hundimiento de la economía entre los países industrializados al ser el tercer país de la UE que más ha elevado su nivel de deuda hasta el 125% del PIB, que acumula también la mayor tasa de paro en la zona euro contabilizando 3,509 millones de parados hasta junio con tasa del 15,1%, que cerrará el año 2021 como un déficit público del 9% en previsiones del FMI, por encima del resto de nuestros socios europeos, y que está demostrando su incapacidad y su falta de interés para bajar el precio abusivo de la electricidad, el más alto de Europa, cuando la comisaria europea de la energía le ha enseñado el camino para hacerlo.
Ataques a Madrid
Un Gobierno y un presidente que no asume, porque no ha entendido, el descalabro sufrido el pasado 4-M en Madrid, y en lugar de contrición y propósito de enmienda se dedica a denostar a los madrileños y su forma de vida, a intentar cercenar su libertad y a castigarles por un éxito económico que les coloca a la cabeza de España en PIB y creación de empresas, con menos déficit, menos desempleo y menos inflación que Cataluña, teniendo impuestos más bajos. Y también con menos deuda pública, sólo el 16,5% de su PIB, frente al 38% de Cataluña o el 49,4% de la Comunidad Valenciana, precisamente las dos comunidades que quieren subir los impuestos en Madrid para esconder su incompetencia.
Recordaba recientemente un exdirigente socialista que el cesado Iván Redondo tenía por cierto que las dos personas más odiadas en Madrid eran Pablo Iglesias y Pedro Sánchez, por eso habían renunciado a ganar en la capital para centrarse en Cataluña, Valencia y Andalucía. Pues, de momento, ya pierden esta última región a tenor de las encuestas donde Juan Espadas empeora los resultados de Susana Díaz. Porque el verdadero problema es Pedro Sánchez que a este paso va camino de ser el gobernante más rechazado de la democracia también en el resto de las comunidades españolas.
Porque ir contra Madrid es ir contra España, sobre todo si tenemos en cuenta que, como refleja el último informe de Fedea sobre la financiación autonómica en España, Madrid es con diferencia la comunidad que más aporta al resto de las autonomías: 6.000 millones de euros, el 25% de sus ingresos, frente a los 2.000 millones que aporta Cataluña. Un presidente y un Gobierno, en fin, cuyo único proyecto es permanecer en el poder sin reparar que, tal vez, la mejor fórmula para conseguir el objetivo es buscar grandes pactos de Estado con la oposición y hacer todo lo contrario de lo que está haciendo.