
La banca no es un buen negocio en tiempo de crisis. Pero su buena salud es esencial para el buen funcionamiento de la economía. Por eso quizá, Draghi fue condescendiente con las entidades financieras del euro, cuando el jueves anunció su plan de estímulos.
El presidente del BCE se despide con una especie de quiero y no puedo. Si unas semanas antes había anunciado que sería un programa contundente, a medida que se acercaba el Día D las expectativas se fueron desinflando. Los tipos de interés se quedaron en cero, las compras de deuda en un tercio (20.000 millones) de la cifra anterior y la facilidad de depósito (aquellos que el BCE cobra a las entidades financieras la liquidez sobrante) se retrajo solo una décima (del -0,4 al -0,5) en vez de tres, pero con un límite, de manera que algunas entidades pueden salir incluso beneficiadas.
El primer interrogante es por qué Draghi se quedó corto. ¿No espera ya una desaceleración tan cruda como hace unos meses? Hay algunos aspectos que han mejorado. Las posibilidades de un Brexit duro se desvanecieron cuando el Parlamento británico impuso a Boris Johnson la obligación de salir de la UE con un acuerdo negociado; el Gobierno italiano se ha vuelto proeuropeista, tras el pacto del Partido Demócrata con el eurófobo Movimiento Cinco Estrellas, y hasta Donald Trump y Xi Jinping ofrecen signos de buscar un nueva tregua en su guerra comercial. Pero eso no cambia la tendencia de fondo de la economía internacional.
"Draghi se guardó algún cartucho en la recámara. Pero, insuficiente, para evitar una crisis"
En el caso de las compras de deuda, el presidente del BCE tropezó con la férrea oposición del presidente del Bundesbank, Jens Weidmann. Con la deuda alemana en tipos negativos, el Bundesbank considera que estas adquisiciones favorecen a los países del Sur, sobre todo, y los distrae de cumplir su objetivo de reducir el objetivo de déficit público al 0,5% del PIB.
El descenso de los tipos de interés está abaratando enormemente la financiación pública. En España, donde la montaña de débitos se acerca peligrosamente al 100% del PIB, la ministra de Economía en funciones, Nadia Calviño, anunció que las emisiones de deuda se reducirán en 200.000 millones el año que viene. Pero existe el riesgo de que el ahorro en los intereses se desvíe hacia una mayor gasto público.
"La profundidad de la desaceleración en Europa dependerá de la guerra entre EEUU y China"
El abaratamiento del dinero está abriendo un debate, entre los que consideran que deben relajarse los objetivos de déficit para dejar hueco a un mayor gasto público para luchar contra la caída de la actividad y los partidarios de mantener todo como está.
Un debate que alentó el propio Draghi el jueves al señalar que el BCE tenía poco margen adicional en materia monetaria y correspondía ahora a los estados miembros arrimar el hombro por la vía de la bajada de impuestos o del aumento del gasto. Los sindicatos españoles distribuyeron de inmediato un comunicado pidiendo más gasto al Gobierno de Sánchez, en consonancia con la petición del BCE.
La realidad, sin embargo, es bien distinta. Solo Alemania, Países Bajos y Austria pueden gastar mucho más sin comprometer su estabilidad financiera. España, con un déficit público por encima del 2,5%, tiene que continuar con la austeridad.
Es decir, que las armas para combatir la próxima crisis son muy escasas, porque cualquier plan de estímulo europeo debería contar con la participación de los grandes países miembros del euro. Y ni Francia ni desde luego Italia pueden permitirse echar las campanas al vuelo.
En estas circunstancias, Europa está condenada a sufrir una desaceleración, que va a depender del ritmo al que bailen China y Estados Unidos con su guerra comercial.
Otros asunto esencial es la banca. Los germanos, con dos de sus grandes entidades financieras (Deutsche Bank y Commerzbank) en la cuerda floja, son los principales interesados en preservar su estabilidad.
La banca acomete demasiados desafíos. Está pendiente un nuevo incremento de provisiones para crear mayores colchones de capital frente a las crisis, a la par que debe hacer frente a gigantes de internet como Google, que ya tiene ficha bancaria para operar en toda Europa, o Apple, que acaba de lanzar una tarjeta de crédito en Estados Unidos. Y todo ello sin apenas pagar impuestos y sin sufrir las trabajas regulatorias de la banca tradicional.
En España, esta semana se salvó otro obstáculo importante después de que el Abogado General del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) dictara un opinión salomónica, en la que evita calificar como abusivas la aplicación del Indice de Referencia Hipotecaria (IRPH) en las hipotecas.
Si el TJUE confirma esta opinión, los bancos escaparán a las indemnizaciones masivas a sus clientes, como ocurrió en las cláusulas suelo.
Es obvio que el negocio ya no es tan boyante como hace años. Con todos estos retos por delante, es difícil pensar que los bancos van a facilitar la concesión de préstamos para impulsar la economía. Más bien al contrario.
El efecto de las medidas de Draghi retraerá no sólo la financiación, sino que incrementará el ahorro de los consumidores y por ende el consumo por miedo a un recesión.
PD,-La semana que comienza conoceremos si vamos a unas elecciones. Resulta patético escuchar a Pablo Iglesias admitir que ahora sí estaría dispuesto a gobernar con Sánchez si le vuelve a ofrecer una vicepresidencia y tres ministerios. El vértigo a no lograr los resultados del 28-O parece que ha devuelto la lucidez al líder podemita. Es un error estratégico de primera magnitud y afortunadamente, ya es demasiado tarde para corregirlo.