
Analistas de todos los rincones y los propios bancos centrales han descartado la recesión. Consideran que la restricción monetaria puede trasladarse sin causar daños a la economía. Sin embargo, la última reunión de la Reserva Federal (Fed) ha generado una importante reacción en el mercado, en el dólar o en los bonos, y ello, podría trastocar el aterrizaje suave. A lo que habría que sumar las recientes tensiones en el petróleo.
Aunque a la vuelta del verano muchos seguían defendiendo la hipótesis más optimista, esta se enfrenta ahora, solo unas semanas después, con una Fed más dura que ha calado en los mercados. Por eso, ya hay quienes están alertando de los obstáculos que ha desencadenado el propio banco central para lograr su objetivo de no 'romper' nada. Y los efectos de sus decisiones pueden acabar repercutiendo en todo el mundo, no solo en Estados Unidos.
Tipos de interés a largo plazo
Para vigilar si la recesión acecha cabe evaluar los efectos que genera el ciclo restrictivo, la transmisión de la política monetaria. La Fed considera que su mano dura es compatible con un aterrizaje suave, ya que el organismo descuenta una subida más de los tipos de interés para este ciclo y, a la vez, prevé un crecimiento del 2,1% para 2023.
Sin embargo, puede que no sean las subidas de los tipos de interés por sí solas las que arrastren a la economía a una recesión. También importa que el mensaje de Jerome Powell ya haya calado. Por fin se asume que los tipos altos durante más tiempo son la nueva normalidad. Antes de la cita del 20 de septiembre, el mercado daba por sentado que habría más recortes, pero ese optimismo se tuvo que ajustar a la baja. Y con ello empezó la nueva valoración de precios en el mercado de bonos, que es lo que puede acarrear problemas, más que la política monetaria en sí misma.
Los tipos de interés a largo plazo tiene un papel "clave" ahora mismo, ya que impactan más en la economía que los tipos de interés de la política monetaria, explican desde ING. Hasta septiembre, los 525 puntos básicos de endurecimiento monetario de la Fed se tradujeron en un alza de 250 puntos básicos en la rentabilidad del bono americano a diez años, el T-Note. En el caso del Banco Central Europeo (BCE), fueron 450 puntos básicos de alza en los tipos del organismo y 150 puntos básicos en el retorno del bono alemán a diez años, el bund.
Sin embargo, en las últimas dos semanas, la rentabilidad de ambos bonos ha escalado 50 puntos básicos más. Y esta reacción en la deuda tiene más efectos que una gran parte del ajuste hecho hasta ahora. "La reciente subida en la rentabilidad de los bonos debería haber tenido el mismo impacto en la actividad económica que la mitad de las subidas de tipos de la política monetaria efectuadas hasta la fecha", señala el responsable gobal de macro de ING, Carsten Brzeski.
"Los mercados financieros por fin están abriendo los ojos ante el escenario de tipos más altos por más tiempo. El aumento de los tipos de interés a largo plazo no solo tiene el potencial de empujar a Estados Unidos y a la economía de la eurozona a una recesión, sino que, además, tiene la capacidad de romper cualquier cosa en cualquier otra parte", afirma.
El exgobernador de la Fed y ahora asesor de PIMCO, Richard Clarida, también pone de manifiesto en una entrevista con Bloomberg que la subida de los rendimientos hace una parte del trabajo del banco central, ya que ralentiza el crecimiento económico y ayuda a contener la inflación.
Algunos de los ejemplos de cómo los tipos de interés elevados en el tiempo pueden 'romper' cosas se pueden buscar en su relación con el déficit, en el endeudamiento de hogares y empresas o en la crisis bancaria de marzo.
En el reciente ajuste de precios en el mercado de bonos entra en juego la prima por plazo. Es decir, la compensación que exigen los inversores por mantener un título durante más tiempo. Se entiende que un déficit abultado podría comprometer la capacidad de pago a largo plazo, lo que también puede empujar los retornos al alza. Ambos se retroalimentan. En un nivel menor, los tipos de interés elevados generan tensiones financieras en los presupuestos de las familias y de las empresas.
Un dólar fuerte
Pero esta no es la única pega al aterrizaje suave, ya que el reciente ascenso del dólar tampoco es positivo. La divisa estadounidense está actuando como refugio y, en consecuencia, se está fortaleciendo. Es una mala noticia para las empresas del S&P 500 con negocio en el extranjero, ya que salen perjudicados con el cambio de divisas. Un tercio de los beneficios del índice están expuestos a esta problemática, recuerda Morgan Stanley.
Pese a esta realidad, los analistas llevan dos meses aumentando los pronósticos de beneficios empresariales hasta el 12% anual. "Las mayores expectativas frente a un contexto de mayores riesgos pueden amplificar el nivel de decepción y aumentar la volatilidad del mercado", sostiene Lisa Shallet, la responsable de inversiones de la firma.
Pero un dólar al alza no solo repercute en las multinacionales, sino que también afecta a los exportadores, ya que sus precios son menos competitivos en el mercado global. Asimismo, encarece la deuda que los países extranjeros, muchos en Asia o Latinoamérica, piden a Estados Unidos. Es otro de los desafíos que plantea una moneda tan fuerte.
"El mundo ahora debe reasignar más capital a la deuda estadounidense, los altos rendimientos están haciendo el trabajo para cosechar un dólar más fuerte a medida que el dinero entra en Estados Unidos", explicaba recientemente Kit Juckes, estratega de divisas de Société Générale. De nuevo, los gobiernos se verían en la obligación de emitir deuda con más rentabilidad para competir con la de EEUU, recordando viejas pesadillas de la Gran Crisis.
La subida del petróleo
Además, a la analista de Morgan Stanley, Shalett, le parece un riesgo mayor el alza del dólar junto a la subida del petróleo, ya que, históricamente, ambos activos se han movido a la inversa. "Es una anomalía que puede ser desafiante para las economías globales", apunta.
Si los beneficios de las empresas estadounidenses ya estaban presionados por el 'billete verde', a esto hay que sumarle el encarecimiento de los costes energéticos. La subida del petróleo no solo afecta a los sectores más energéticamente dependientes, sino que también lastra a las compañías que usan redes de transporte y que están conectadas con las cadenas de suministro globales.
El crudo se ha encarecido un 30% desde mínimos del año y, de nuevo, esto conlleva mayores costes para otros países fuera de EEUU, sus importadores, como Japón, India o Alemania. Además, los propios consumidores tienen que hacer frente a la subida de la gasolina, lo que reduce su gasto en otros bienes no esenciales y puede mermar el consumo.
A principios de septiembre, antes de la reunión de la Reserva Federal (Fed), la última encuesta a gestores de fondos que elabora Bank of America (BofA) seguía descartando la recesión, ya que un 74% de los participantes afirmaba que esta no se produciría o que sería muy suave. También a comienzos del mes pasado, Goldman Sachs daba una probabilidad de recesión del 15% para la economía norteamericana.
Los propios bancos centrales excluyen esta hipótesis de sus previsiones, que han recalculado a la vuelta del verano. La Fed elevó sus perspectivas de crecimiento al 2,1% para este año y el BCE, más modesto, las rebajó al 0,7%. Pero, en todo caso, la recesión no está en sus proyecciones macroeconómicas.
Lo que sí cabe contemplar ahora son los riesgos que entrañan el dólar, el petróleo y los tipos de interés a largo plazo después de que los inversores hayan abierto los ojos y den credibilidad a la mano dura de la Fed.