
Londres y Berlín han firmado un acuerdo calificado como histórico en materia de defensa. El nuevo trato permitirá, junto con España e Italia, vender de manera conjunta aviones Eurofighter Typhoon a Arabia Saudí y Turquía, según indica Financial Times. Estos cazas de combate suponen el programa de mayor éxito de Europa y una de las puntas de lanza de las exportaciones armamentísticas del continente. Más allá de los ingresos procedentes de Riad y Ankara, vender a dos de las tres potencias dominantes de Oriente Medio implica un giro de la estrategia militar de los países europeos.
Cada una de las cuatro capitales involucradas alberga una gama de razones comerciales e industriales para autorizar la venta a estos clientes que hasta hace poco estaban vetados por su demostrada vulneración de los derechos humanos. No obstante, en una era en la que el moralismo europeo está en entredicho por sus propios mandatarios, los Gobiernos están girando a un mayor militarismo sin restricciones éticas, coincidente con la motivación de dar salida al sobrecoste armamentístico.
El acuerdo abre la puerta no solo a vender cazas, sino también a exportar aviones de transporte militar Airbus A400M y vehículos blindados Boxer, desarrollados por la alemana Rheinmetall y la francoalemana KNDS.
Alemania está molesta con Francia
En 2022 Turquía pidió adquirir un lote de 40 cazas Eurofighter Tytphoon a Europa. La versatilidad de estas aeronaves de ala fija delta, compuesta por dos motores y una gran maniobrabilidad, los ha convertido en la columna vertebral de las fueras aéreas de Alemania, España, Italia y Reino Unido —sus fabricantes originales—. La petición del Gobierno de Ankara llegó en un momento marcado por la invasión de Ucrania y el progresivo pivote de EEUU hacia el Pacífico.
El retorno de Donald Trump a la Casa Blanca tres años más tarde ha trastocado la mentalidad estratégica de Europa. Bruselas, por ejemplo, está instando a un mayor gasto militar a los Estados miembro. La Comisión acaba de aprobar un nuevo marco plurianual con subidas de impuestos que dedicará 131.000 millones de euros a seguridad y defensa; recortando, a su vez, más de 100.000 millones a la política agraria y a otros programas sociales. Este desplazamiento del Estado del Bienestar al Estado-Nación clásico es una revolución de la Europa actual.
Alemania representa mejor que nadie esa transformación. Como indica el Financial Times, el Gobierno tripartito de izquierda de la legislatura pasada se opuso fervientemente a que Mohamed Bin Salmán, principe heredero de Arabia y líder de facto del país, y Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía, tuvieran los cazas europeos. Sin embargo, la llegada de Friedrich Merz a la cancillería germana y el apoyo de un partido socialdemócrata reconvertido ha abierto las alas a vender, por un lado, a un aliado de la OTAN clave en el mar Negro, y, por otro lado, a un país que, en última instancia, es rival de Israel.
Esta colección de intereses contrapuestos tiene un objetivo adicional para Alemania al firmar un acuerdo con Reino Unido. Actualmente, Berlín y París se encuentran enfrascados en una agria polémica por el programa FCAS, que pretende construir la siguiente generación de aviones de combate que sustituya a los Typhoon y los Rafale franceses. El acuerdo con Londres abre futuras relaciones con las firmas británicas.

La actitud de desunión entre las diferentes capitales europeas y la desconfianza mutua se está tratando de vehicular con una colección de alianzas bilaterales cuya efectividad es dudosa. Hace unas semanas, Keir Starmer y Emmanuel Macron sellaron el tratado militar más importante de las últimas décadas para impulsar un escudo nuclear conjunto y fomentar las industrias a ambos lados del canal de la Mancha. El movimiento de Merz puede ser visto como un intento de reforzar los lazos con Reino Unido en un contexto de tensiones internas en Europa.
España se va de compras a Turquía
El Gobierno de Pedro Sánchez es el que se ha mostrado más en desacuerdo a incrementar el gasto militar en Europa. Se enfrentó abiertamente al aumento de la defensa hasta el 5% del PIB para 2035 en la cumbre de la OTAN del mes pasado para furia de Trump. No obstante, el rearme español es un hecho: el Gobierno ha comunicado a la OTAN su intención de ampliar el número de militares en 14.000 personas; el Ejecutivo ha desviado fondos para incrementar los salarios de la tropa y poner en marcha 14 programas industriales, y ha incrementado el gasto militar al 2,1% del PIB, casi el doble de lo que gastaba hasta ahora.
Las Fuerzas Armadas de España cuentan con serios déficits en áreas clave de cada una de las tres ramas militares. El principal problema descansa en los hombros del Aire, que tiene que renovar la mayor parte de su flota en los próximos años. Para ello, Madrid ha empezado a buscar nuevos compradores para jubilar los F-18 Hornet y los AV-8B Harrier II.
Como primer paso, el Ministerio de Defensa ha firmado un acuerdo con Turquía para que le suministre aviones TAI Hürjet, especializados en adiestrar a nuevos pilotos, con los que retirar los vetustos F-5. El contrato se cerró en Feindef, la Feria de Defensa celebrada en Madrid el pasado mayo, donde este periódico pudo comprobar la presencia destacada de las principales firmas turcas. Navantia, además, está en conversaciones con la Armada turca para analizar conjuntamente un futuro portaviones, según han informado medios especializados en defensa.

El visto bueno de España permite a Madrid mejorar relaciones comerciales en el ámbito militar con Ankara, que cuenta con una industria bélica muy potente, sobre todo en el campo de los drones y los sistemas de misiles. Sus proyectos aéreos pueden ser una alternativa a estudiar en el futuro cercano, más teniendo en cuenta las trifulcas por el FCAS en el que también participa Madrid. Turkish Aerospace espera entregar las primeras unidades del KAAN, el caza de quinta generación otomano, el año que viene.
Reino Unido quiere a Arabia en su caza
El Gobierno laborista de Starmer ha tratado de cerrar un punto y aparte con respecto al Brexit. La agenda internacional del primer ministro británico ha estado marcada por un deshielo de la relación con la Unión Europea. Aunque Londres no se plantea retocar en exceso los pactos de salida, sí que está utilizando la política de defensa y seguridad como un vector de acercamiento a las cancillerías europeas.
Los acuerdos firmados con París y Berlín, así como el férreo apoyo a Ucrania en cooperación con el resto del continente, son prueba de la intención de Reino Unido de mejorar las relaciones con sus vecinos. Aun así, los isleños han querido mantener su independencia y cuentan en su portfolio con un proyecto que quiere competir con el futuro caza europeo FCAS: el Tempest.
Desarrollado por Italia y Reino Unido, al que en 2023 se sumó Japón, pretende ser la nueva aeronave de cabecera de las Fuerzas Aéreas británicas. Londres quiere adherir más socios al programa. Entre los posibles candidatos suena con fuerza Arabia Saudí, deseosa de diversificar su economía dependiente de la industria petrolífera y de estrechar lazos con Occidente. La venta de los Eurofighter es una forma de acercar relaciones entre ambas capitales
Italia camina en medio del rearme
La postura italiana es la más impredecible. Aunque Giorgia Meloni cargó contra la negativa de Sánchez a aumentar el gasto militar, lo cierto es que la romana tampoco es fanática de una política armamentista ante unas cuentas públicas peores que las españolas. El Gobierno italiano ha tratado de maquillar sus presupuestos militares con todo tipo de ardides. Su mayor genialidad ha sido colar un puente sobre Mesina como una infraestructura militar estratégica para así ser financiado por la UE y, además, engordar el gasto de cara a la OTAN.
Italia ha tenido un nivel de gasto militar similar a España en los últimos años (es la sexta nación que menos gasta), que se ha visto obligada a subir por la presión internacional. Su estrategia bélica ha dado varios giros que la sitúan en una situación incómoda. Por ejemplo, en su afán por coronarse como embajadora ante Trump, Meloni cerró un preacuerdo por 1.500 millones de euros para que SpaceX implementara sistemas de encriptación militar en sus comunicaciones. Las desavenencias de Elon Musk, su dueño, con Europa llevaron finalmente a meter la idea en un cajón, pero da cuenta de la estrategia algo errática de Roma.
La sombra de EEUU
Detrás de todos estos movimientos se encuentra una verdad incómoda que ya advirtió Donald Tusk, primer ministro de Polonia, a principios de año: confiar ciegamente en Washington era un error que saldría muy caro. Los países de Europa Occidental están viviendo en sus carnes esta profecia ante una Casa Blanca que genera más rechazo que nunca.

El proyecto de rearme europeo presentado por la Comisión Europea justamente busca que los productos se fabriquen en suelo europeo para cortar lazos con actores internacionales. El objetivo es desprenderse de la autonomía norteamericana y desarrollar una industria propia.
A pesar de los mensajes contra Europa, la confianza entre los aliados sigue en entredicho. Mientras Londres firma un pacto nuclear con París, ha seguido comprando cazas F-35 Lightning II a Washington sin considerar la adquisición de los Rafale franceses. La misma nación gala, que se enorgullece de una potente industria armamentística, quiere desarrollar la próxima generación de aviones militares sin sus socios españoles y alemanes. Madrid y Roma arrastran los pies ante un rearme que no acaban de ver y Berlín está en contra de aumentar los presupuestos europeos que darían cabida a un gasto militar conjunto. Movimientos confusos ante un giro histórico de la estrategia militar europea.
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