
La unión de CaixaBank y Bankia, que se está negociando desde agosto de manera formal, mete aún más presión para que el resto del sector dé el paso e inicie también conversaciones para que exploren integraciones. La operación creará un campeón nacional con una capacidades competitivas muy superiores.
En los últimos años y, especialmente desde el estallido de la crisis del coronavirus, las entidades han podido aguantar los empujones de los inversores y de los reguladores y se han mantenido en sus posiciones de continuar en solitario, pero la amenaza de una entidad de gran escala, como la que se configurará ahora (650.000 millones de activos) previsiblemente será un revulsivo para que se materialice la tercera gran oleada de fusiones de los últimos doce años.
Las elevadas provisiones para hacer frente a las pérdidas por impago que se avecinan por la recesión económica han colocado ya a cuatro entidades con una rentabilidad por debajo del 3%, un nivel inferior al que espera el mercado para el conjunto del sector hasta 2021. Un nivel que es extremadamente preocupante y que ha llevado al BCE a redoblar su presión para que el sistema inicie de una vez por todas una concentración.
Precisamente Bankia se ha forzado a dar el paso ante la imposibilidad de mejorar los retornos de capital que exigen los inversores, superiores al 10%. Un porcentaje que antes de la pandemia solo conseguían tres de los doce mayores grupos financieros españoles (Bankinter, BBVA y Abanca) y que, tras la crisis sanitaria, ninguno alcanza.
Las miradas están ahora concentradas en Sabadell, Liberbank y Unicaja, que presentan los peores ratios de rentabilidad, sin olvidar Cajamar, pero su estructura jurídica (cooperativa de crédito) permite pensar en un encaje más complicado con el resto. El Sabadell, con retorno de un 2%, ya entabló conversaciones con Bankia hace más de un año, pero que no se paralizaron ante la caída de las cotizaciones.
Ahora, según todos los analistas, el Sabadell tendrá que buscar otro compañero de viaje. Su consejero delegado, Jaime Guardiola, negó este verano que el banco necesitara llevar a cabo una integración y descartó, por el momento, participar en la oleada de fusiones.
BBVA y Santander
BBVA, al menos públicamente, es uno de los grandes grupos que ha admitido estar dispuesto a explorar fusiones. Pero, a diferencia de otros, acumula problemas serios en Turquía, México y Estados Unidos, además de los existentes en España, lo que le resta capacidad para emprender una integración de gran tamaño sin ampliar capital.
El Santander, que aún está digiriendo la adquisición del Popular de 2017, ha rechazado cualquier intención de absorber entidades, aunque la fusión CaixaBank-Bankia podrían alterar este posicionamiento. Hay que tener en cuenta que CaixaBank también señaló que no iba a entrar en negociaciones y, finalmente, ha sido la primera en hacerlo. No obstante, el Santander, como BBVA, cuenta con dificultades añadidas en otros mercados, especialmente, Estados Unido y Reino Unido.
En cuanto a Liberbank y Unicaja, con rentabilidades del 2,9 y 3,1%, respectivamente, no descartan volver a entenderse tras la fallida fusión de la primera mitad de 2019, cuando rompieron por el reparto de poder y la acuación de canje de las acciones. Ahora, con un panorama mucho más enturbiado, ambos están por la labor de llevar a un acuerdo, entre ellos, o con un tercero. Además, en el mercado se especula con la posibilidad de que a este grupo se incorporen alguna otra, como Ibercaja. De esta manera, se retomaría el proyecto de finales de la crisis financiera de unir las tres entidades.
El gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, señalaba esta semana que había espacio suficiente para la tercera gran oleada de integraciones sin poner el peligro la competencia. Desde algunos ámbitos se teme que una concentración masiva provoque un oligopolio y se endurezcan las condiciones de financiación y acceso a los productos bancarios.