
Mucho ha llovido desde aquellas reuniones en Moncloa entre Pedro Sánchez y Quim Torra. Entonces, la moción de censura ganada a Mariano Rajoy les hizo amigos 'a la fuerza'. Ahora, el presidente en funciones y el president catalán se han vuelto perfectos enemigos de cara a las elecciones generales del 10 de noviembre. Especial Elecciones Generales 10-N.
La sentencia del procés no iba a ser recibida sin más. Se conocía de antemano que habría bronca a menos que los 12 del banquillo fueran absueltos. La semana de protestas que acaba de cumplirse y los disturbios provocados por radicales violentos a pocas semanas de la cita con las urnas han fijado a Sánchez en una posición de distanciamiento extremo; no coge el teléfono al president, que lleva cinco llamadas infructuosas para iniciar un diálogo sobre Cataluña sin condiciones porque considera aún que no ha condenado la violencia con rotundidad.
Y si no está ni al teléfono, menos en persona. Ayer, con poca antelación en el aviso, Sánchez hizo una visita exprés a la Jefatura Superior de Policía de Via Laietana, uno de los focos de los ataques más duros durante las protestas, y a un par de hospitales para dar ánimos a algunos de los policías heridos. Y volvió a Madrid para seguir con su agenda, desoyendo la invitación de Torra de verse ayer mismo.
"La irresponsabilidad no solo es creciente, sino que también internacionalmente nadie puede entender que todavía el presidente Sánchez no haya contestado al presidente de Cataluña. Los problemas políticos se resuelven con democracia y diálogo", ha indicado hoy Torra en una rueda de prensa tras en Consell Executiu en la que ha insistido en poner sobre la mesa la autodeterminación.
La actitud de Sánchez está siendo criticada desde flancos más allá de los partidos independentistas. Pablo Iglesias o Alberto Garzón tampoco comprenden una rotunda negativa a conversar que, en realidad, cobra sentido a estas alturas del calendario porque al candidato del PSOE a revalidar el cargo en Moncloa le interesa electoralmente evidenciar esta separación.
Desmontar el discurso de la derecha
El "apoyo de los independentistas" ha sido el argumento número uno de la derecha contra el Gobierno socialista. Pero al fracasar en febrero los Presupuestos por el voto negativo de ERC y PDeCAT, la cordialidad se esfumó con el juicio al procés en ciernes y la posibilidad de indultos sobrevolando el panorama. "Si [el presidente catalán] tiene que hacer llamadas que lo haga a la convivencia", ha dicho este martes en una respuesta que mantiene la puerta igual de cerrada que desde hace días.
Desmontar el discurso a la derecha se torna necesario para el PSOE. Sánchez insiste en pedir a sus votantes contundencia en las urnas para garantizar un "Gobierno sólido". Tras esta posición algo debe influir ese desgaste que según los sondeos podría pasar factura a los socialistas en las urnas (todos apuntan a que ganarán pero si no igual, algo peor que lo hicieron el 28 de abril). De ahí que en su mitin de Huelva hoy haya pedido no dar por hecho que vayan a ganar las elecciones.
La contundencia que pide para el 10 de noviembre es la misma que presenta -en su justo medida- al no ceder a hablar con Torra, la que insinúa al decir que no le temblará la mano con la Ley de Seguridad Nacional o el 155 -si fuera necesario- o la que aplicó a principios de octubre, antes incluso de que se conociera la sentencia, al presentar un recurso ante el Tribunal Constitucional por resoluciones del Parlament de julio que igual se ve obligado a repetir.
La jugada independentista
La enemistad podría no solo servir al PSOE. El independentismo tiene una baza ahora para intentar reflotar el desfragmentado sentimiento nacionalista en el Congreso y en el Parlament. Miles de personas han vuelto a las calles -hablamos ahora de las protestas pacíficas- para reivindicar el derecho a decidir que les prometieron y que anhelan -y que desmontó la sentencia-.
Desde la cárcel, el mensaje lo potencian voces como las de Carme Forcadell, Jordi Sànchez y Oriol Junqueras, que piden sosiego y una hoja de ruta serena y pensada que no olvide su objetivo principal. Justo hoy y en este sentido, el Parlament ha aprobado con los votos de JxCat, ERC y la CUP una resolución para debatir sobre la autodeterminación. Un claro desafío al Tribunal Constitucional -y a Sánchez- con el que buscan recuperar parte de la entidad perdida. "Ya tenemos la sentencia. Se ha acabado el tiempo de la equidistancia. O estamos con los represaliados o con los represores", ha explicado este miércoles en la sesión de control en el Parlament.
Torra, llamando a un diálogo que sabe imposible en esos términos con el Gobierno central, se presenta como el negociador que el independentismo necesita mientras desde la oposición le tachan de "pirómano" y con la propuesta de adelanto electoral como opción favorita de muchos independentistas, principalmente de las filas de ERC.