
Con la economía todavía saboreando el 'regusto' de la cuasi deflación de 2020 y la pandemia aún muy presente en nuestras vidas, una serie de economistas alemanes se atrevió a lanzar una advertencia que fue tildada de catastrofista y exagerada: la economía va a vivir un espejismo en la primera parte de la recuperación tras el covid, que terminará en pesadilla por culpa de una inflación disparada, producto de las políticas monetarias y fiscales ultra-expansivas. Más de un año y medio después, podemos decir que estos halcones alemanes esta vez sí tenían razón.
Los economistas alemanes Hans Werner-Sinn, David Folkert Landau y Wolfgang Schäuble venían advirtiendo desde hace años sobre las "peligrosas" políticas monetarias implementadas por el Banco Central Europeo y, en ocasiones, también por la Reserva Federal de EEUU. Algunos de estos expertos no han dudado en acusar a los bancos centrales de financiar por la puerta de atrás déficits fiscales insostenibles, hinchar burbujas en los precios de los activos, poner en riesgo la estabilidad de precios o incluso acusar al BCE de ser la mayor amenaza para la propia Eurozona. Pues con la ventaja de la retrospectiva, hoy se puede decir que no iban tan desencaminados.
Hoy, la inflación se encuentra en el 8,1% (cuatro veces el objetivo del BCE), máximo histórico de la zona euro y todavía no ha tocado techo. El alza de los intereses en los bonos podría poner pronto en duda la sostenibilidad de la deuda, mientras que las luchas internas en el bloque del euro empiezan a tomar forma con el diseño de la nueva herramienta del BCE para ayuda a España e Italia. Mientras tanto, la Administración Biden lucha a contracorriente para frenar una inflación descontrolada que está permeando en los sueldos y amenaza con generar una espiral precios-salarios.
Crónica de una crisis anunciada
David Folkerts-Landau, economista jefe de Deutsche Bank y director global de investigación de Deutsche Bank aseguraba en febrero de 2021 (la inflación ni siquiera había aparecido entonces) que bancos centrales y gobiernos estaban generando con sus políticas una especie de espejismo de prosperidad que iría a más en los próximos meses, a medida que la recuperación económica tome cuerpo y los consumidores vuelvan a las calles, pero cuyo desenlace sería una inflación mucho más alta que pondrá fin a la fiesta de los mercados, sentenciaba el experto.
"Los bancos centrales están haciendo su parte al extender aún más sus mandatos y monetizar una deuda pública cada vez más alta para proporcionar liquidez. Esta combinación de políticas funciona como una droga. A medida que se supere la pandemia mundial, probablemente veremos una euforia del mercado similar a la de los locos años veinte (o felices años 20)", aseguraba el economista alemán. Lo cierto es que esta locura se ha podido ver hasta finales de 2021, con las bolsas, criptomonedas, vivienda... alcanzando unos precios y unas valoraciones históricamente altas.
Sin embargo, Landau advertía "esto, y la creciente demanda, provocarán que la liquidez fluya desde los mercados financieros a la economía real. A su vez, los efectos multiplicadores deberían impulsar enormemente el crecimiento. Es probable que el repunte continúe hasta 2022. Sin embargo, a medida que aumentan las expectativas de inflación, surgirán dudas sobre la sostenibilidad de esta tendencia. En última instancia, esto podría provocar una caída en los precios de las acciones y los bonos... cuando la inflación esté fuera de control y suban los tipos, la fiesta habrá acabado". Este escenario se ha desencadenado finalmente este año con la ayuda inestimable de la guerra de Ucrania, que ha deteriorado la confianza de los agentes y disparado aún más los precios, desencadenando una crisis de inflación antes de lo previsto.
Landau concluía de la siguiente forma: "El resultado fue un gran desastre. Nos gusta creer que hemos aprendido del pasado. Entonces, ¿realmente creemos que los billones de dólares gastados en apoyar la economía crearán una prosperidad sostenible? Una vez que la inflación se descontrole y los tipos de interés suban, la fiesta habrá terminado. Y a la pregunta de quién pagará todo esto será igual de difícil de responder que hace cien años".
Landau es uno de los 'halcones' más críticos con el Banco Central Europeo. Cuando medio mundo inundaba de alabanzas a Mario Draghi, expresidente del BCE, el economista jefe de Deutsche Bank aseguró que sus políticas eran la mayor amenaza para la zona euro. El argumento es que los tipos de interés negativos y las compras masivas de deuda podían generar burbujas en los activos e impedir que los países más vulnerables pusieran en marcha las reformas necesarias para afrontar el futuro con garantías. Hoy, esos países vulnerables son todavía más vulnerables que en 2015-2016 (tienen mucha más deuda públicas), mientras que el precio de algunos activos puede haber llegado demasiado lejos.
Hans-Werner Sinn, profesor de Economía en la Universidad de Múnich y expresidente del prestigioso Instituto IFO, también dio en la diana con su análisis. "Si la economía se recupera y el estímulo fiscal acelera la demanda reprimida (tras la pandemia), una gran cantidad de crédito bancario podría surgir repentinamente del dinero del banco central. El crecimiento de los precios comenzará a acelerarse y el BCE tendrá muchas dificultades para pararlo sin contar con un freno de inflación en funcionamiento", aseguraba en un artículo en Project Syndicate, de marzo del año pasado. Con unos países muy vulnerables a un endurecimiento financiero, el BCE no puede subir los tipos de interés todo lo necesario para frenar la inflación.
El que fuera azote del BCE y de los países periféricos durante la crisis de deuda soberana volvió a la carga, con más acierto que en anteriores presagios. "Una fuente clave de los temores inflacionarios es la expectativa de que, una vez que las vacunas superen la pandemia del covid-19, la demanda reprimida explotará en una orgía de consumo. Además, los programas gubernamentales de rescate sin precedentes de hoy en día tendrán poderosos efectos multiplicadores inflacionarios". Quien pedía la salida de Grecia del euro, afirmaba recientemente: "Los países mediterráneos de la Unión Europea, cuya deuda ha alcanzado niveles exorbitantes, tendrían enormes dificultades para asumir una nueva deuda y renovar sus pasivos existentes. Desde este punto de vista, el Eurosistema estaría expuesto a la falta de un freno real a la inflación cuando importa".
Ya en noviembre sus previsiones se han vuelto más lúgubres, con la inflación en EEUU dando sus primeros zarpazos: "Requiere poca imaginación para ver cómo Europa podría terminar en un entorno de inflación obstinada similar a la década de 1970, que podría durar el resto de la década y más allá". El economista predice que la espiral inflacionista se desatará después del verano, "los sindicatos cumplirán con sus demandas salariales, lo que impulsarán las compras de bienes de consumo duraderos, lo que acelerará aún más la inflación". El pasado mes de marzo añadió un elemento todavía más negativo a sus previsiones. "La crisis de alimentos se agudizará aún más en el otoño y el invierno, seguramente seguirán disturbios sociales generalizados", en referencia a países en vías de desarrollo.
Otra de las pesadillas de los países del sur fue, en la anterior crisis, Wolfgang Schäuble, ministro de finanzas alemán, desde 2009 a 2017 en el Gobierno de Merkel, y actual presidente del Bundestag. Hace justo un año, cuando todavía se pensaba que la inflación iba a ser transitoria, señalaba que "tarde o temprano, la inflación siempre llega", en un artículo del Financial Times, citando a John Maynard Keynes. Pese a que a primera vista, los dos economistas no pueden estar más lejos ideológicamente, destacaba que ambos compartían que la mayor amenaza para la economía era la inflación y "su potencial para derrocar la base existente de la sociedad".
Uno de sus dardos certeros apuntaban al euro. Y eso que por aquellas fechas se mantenía cerca de 1,2 euros. Todavía coleaban las complicaciones que creaba al BCE al cotizar en niveles tan altos. "Los valores de las divisas están bajo presión en muchas regiones del mundo, incluida la UE", comentaba Schäuble, pero añadía "la oferta monetaria en la eurozona se ha incrementado masivamente, sin que haya sido adecuadamente compensada por un aumento en el volumen de bienes y servicios. Esto impulsa las expectativas inflacionarias de las empresas y los hogares privados. De esta forma, la eurozona se arriesga a una devaluación de la moneda que podría adquirir una dinámica prácticamente imparable".
Uno de los problemas del BCE es la debilidad del euro, al estar rozando la paridad con el dólar, que añade mayores presiones inflacionistas a la situación. "La mayoría de los prestamistas a los estados son personas y entidades ricas. El endeudamiento público aumenta su riqueza, ampliando la brecha entre ricos y pobres. Keynes advirtió una vez que los especuladores se convertirían en objeto de odio. Ahora, la brecha entre los que tienen y los que no tienen representa una gran amenaza para la cohesión social", subraya.
Tras años de advertencias que no llegaban a materializarse, el escenario anticipado por estos tres economistas alemanas parece haberse convertido en una realidad muy peligrosa. Desde Deutsche Bank aseguran que este es, sin ningún tipo de duda, "el escenario pesadilla que tanto temía el BCE".