Correlación no implica causalidad. Vicente Nieves lleva buscando explicaciones a los movimientos de los mercados y de la economía desde la crisis financiera de 2007. Aún no tiene la respuesta.

El mundo está patas arriba y las finanzas son la mayor prueba de ello. La teoría económica (simplificada al máximo) dice que una bajada de tipos o la expectativa previa debe presionar a una divisa a la baja frente a otras monedas donde la política monetaria no prevé recortes de tipos. Esto sobre todo sucede en cruces de divisas líquidos, relativamente estables y cuyas monedas pertenecen a economías con ciclos económicos similares o paralelos. Todo esto se está rompiendo de la noche a la mañana. Pese a que el BCE va a recortar los tipos casi con toda seguridad en abril, mientras que la Reserva Federal aún no tiene claro qué hacer, el euro está subiendo con intensidad frente al 'billete verde', y algunos analistas ya dejan caer que hasta las bajadas de tipos del BCE podrían estar reforzando a la divisa única. La errática política económica y comercial de Donald Trump está llevando a los mercados a abandonar los paradigmas que han dominado los últimos años.

Cuando el mundo ardía por los aranceles, la OPEP remató el precio del petróleo con una inyección de oferta al triple de lo esperado. Este cóctel explosivo ha provocado enormes caídas en la materia prima que han ido destrozando las cotizaciones de las principales compañías cotizadas del mundo. Pero ya no es solo un tema de rentabilidad, algunos expertos y firmas ya están señalando que el nuevo panorama puede provocar lo contrario de la famosa promesa de Donald Trump de que bajo su mandato el crudo iba a brotar en EEUU a un ritmo frenético con más pozos que nunca (drill baby drill). Ahora las empresas están preparándose para, si no hay un enorme rebote, recortar la producción de forma clara.

La ira y el miedo de los inversores se ha concentrado, como es habitual en tiempos de turbulencias, en los activos de riesgo. Dentro de estos activos, el petróleo es una de las grandes víctimas. A diferencia de las acciones o los metales, el petróleo está sufriendo un doble golpe: la menor demanda esperada por la crisis de los aranceles y el aumento de la oferta (inesperado) por parte de la OPEP+ que está generando una suerte de 'tormenta perfecta' que ha llevado a los grandes de Wall Street a recortar sus previsiones o a plantear escenarios muy complejos para los productores. Este es el caso de JP Morgan, Goldman Sachs, Citi o Morgan Stanley. El primero, el mayor banco de inversión del mundo, asegura que la situación podría asemejarse pronto a la de 2014 o 2020, cuando Arabia Saudí inundó el mercado de crudo para expulsar a los productores de americanos (el fracking). El segundo, Goldman, cree que el petróleo podría hasta perder los 40 dólares, un descenso que roza el 40% desde los niveles actuales.

Que al archiconocido y multimillonario inversor estadounidense Warren Buffett se le conozca como el Oráculo de Omaha no es casualidad. No solo ha construido un imperio -su conglomerado Berkshire Hathaway- a golpe de buenas inversiones. Durante décadas, cualquier mínimo gozne en las bisagras de Wall Street ha sido escuchado con mucha antelación por este gurú. Su último hito está quedando más que patente. Con sigilo, sin hacer apenas ruido, Buffett ha estado meses vendiendo grandes participaciones de destacadas cotizadas estadounidenses hasta apilar una montaña de más de 300.000 millones de dólares de liquidez. Cuando hace no tanto todo el mundo se preguntaba qué tramaba Buffett, ahora solo hay que echar un vistazo alrededor: el colapso se ha apoderado de Wall Street y el oráculo lo contempla, seguro, desde su colina de efectivo.

Con la primera gran salva de la guerra comercial, las bolsas se han desplomado, la confianza de los agentes se ha hundido (buscan refugio), el petróleo cae un 17% en pocas sesiones y el mundo parece que está a punto de caer por el abismo. Aunque nada de esto es nuevo (ya pasó con el covid), siempre asusta. En cosa de una semana, la situación económica y financiera ha dado un giro de 180 grados, un giro que parece conducir de forma directa al 'infierno'. Con este complejo contexto, los grandes expertos, los gurús que son reconocidos para anticipar recesiones y crisis (otras muchas veces fallan, todo hay que decirlo), parecen coincidir esta vez en que todavía no se ha visto el suelo a las caídas de los mercados y que, quizá, lo peor está todavía por llegar para la economía de EEUU... y para la economía global. Académicos, economistas, antiguos asesores del gobierno, mediáticos inversores y grandes directivos se 'mojan'. Nouriel Roubini, Nassim Taleb, Larry Summers, Bill Gross, Anatole Kaletsky o Jamie Dimon han realizado ya los primeros análisis de la situación actual. Si esta vez se equivocan, todo el mundo, seguro que ellos también, respirarían aliviados. De momento, el cisne negro (teoría enunciada por Taleb) sigue viéndose muy oscuro.

Todo empezó con una gran crisis. En 1929 fue el colapso bursátil de Wall Street; en 2020, una pandemia que paralizó el planeta. Dos momentos distintos separados por casi un siglo, pero unidos por algunas de sus consecuencias: miedo, ruptura de certidumbres, repliegue nacional y una sacudida violenta al orden global. Entonces, como ahora, el mundo no solo se quebró económicamente, sino que comenzó a descomponerse políticamente. Hoy, los fantasmas de los años treinta han regresado, disfrazados de aranceles, rearme y desconfianza en la cooperación internacional. El mundo es hoy diferente y las sociedades tienen mucho más que perder si dejan de cooperar, pero la llegada al poder de líderes casi impredecibles (y "con egos descomunales") impiden que se puede descartar por completo el peor escenario para la economía mundial.

El precio del petróleo no para de caer. Es casi imposible expresar en unos párrafos lo que está sucediendo en el mundo, pero el petróleo lo está escenificando bastante bien: el crudo acumula cuatro jornadas sufriendo caídas históricas que están llevando al precio del 'oro negro' a acercarse ya los 60 dólares por barril (hace pocos días, el Brent tocaba los 75 dólares). Este desplome ya no es solo una corrección técnica ni una respuesta automática al aumento de la oferta de la OPEP+: esta caída está anticipando un frenazo económico de grandes proporciones o incluso un auténtico colapso de la economía global. El barril de Brent cotiza ya por debajo de los 65 dólares, en mínimos desde 2021, tras haber llegado a perder más de un 17% en apenas cuatro sesiones (ahora el precio del petróleo parece remontar recuperar algo ante los rumores de una posible tregua en esta guerra comercial). Aunque el crudo no ha sido objetivo directo de los nuevos aranceles impuestos por EEUU, el impacto de estas medidas sobre la economía global amenaza con reducir de forma significativa la demanda de energía. El crudo, considerado como uno de los termómetros de la economía, está a punto de estallar, lo que manda una señal muy negativa para la economía mundial.

El mercado del petróleo ha recibido un jarro de agua fría. Justo cuando parecía que la OPEP+ iba a mantener una reapertura cautelosa de los grifos, el grupo liderado por Arabia Saudí y Rusia ha decidido acelerar su retorno al mercado con una contundencia inesperada. En mayo, ocho países del grupo añadirán de golpe 411.000 barriles diarios a la oferta global, lo que equivale a tres veces el ritmo mensual que habían prometido hasta ahora. Esto, junto a una demanda que se va a ver lastrada por la guerra arancelaria iniciada por EEUU podría crear una enorme sobreoferta en el mercado, que llegue a superar el millón de barriles diarios en los próximos trimestres. El precio del petróleo está reaccionando con importantes caídas: en la jornada del jueves, el crudo corrigió un 6,42%, mientras que este viernes el petróleo pierde más de un 7%, cayendo por debajo de la zona de los 66 dólares, mínimo no visto desde agosto de 2021, todavía con la crisis del covid resonando con fuerza. En dos sesiones, el crudo se ha dejado casi un 13%. Aun así, hay quien pide calma dentro del sector y aseguran que este movimiento será solo temporal. Sin embargo, la incertidumbre es máxima y las bolsas siguen cayendo a plomo en la jornada.

Durante más de un siglo, Alemania ha sido el corazón metálico de Europa. De sus fábricas surgieron motores que rugían con precisión, carrocerías que desafiaban al viento y automóviles que marcaron una época. Pero la huella de los neumáticos sobre el asfalto ha comenzado a difuminarse. Donde antes se ensamblaban millones de vehículos, hoy se apilan los despidos y resuenan preguntas sobre un futuro incierto cargado de peligros. China empieza a imponerse con puño de hierro el mercado del automóvil y EEUU no quiere seguir cuidando de Europa, por lo que Alemania está llamada a redirigir su talento industrial hacia otro fin: la defensa del Viejo Continente.

Éramos pocos y ... Esto es lo que deben pensar los inversores en la jornada de este jueves. Los mercados ya habían abierto con descensos notables ante la ola arancelaria desatada por EEUU hace unas horas. Corrigen con fuerza los activos de riesgo y entre ellos el petróleo. Pero es que en el caso del crudo, el desplome se ha intensificado por una sorpresa (si se puede denominar así) muy inesperada. La Organización de Países Exportadores de Petróleo y Rusia (OPEP+) ha anunciado que abre las compuertas del petróleo totalmente e introducirá en el mercado 411.000 barriles más cada día a partir de mayo, cuando el plan inicial era aumentar la producción en solo 138.000 barriles. Este movimiento, intencionado o no, está hundiendo los precios del petróleo, que caen hasta de un 6,7% y registran la peor sesión desde agosto de 2022.