Correlación no implica causalidad. Vicente Nieves lleva buscando explicaciones a los movimientos de los mercados y de la economía desde la crisis financiera de 2007. Aún no tiene la respuesta.

En medio del rugido de tambores que anuncia una nueva guerra comercial, Europa aún tiene una oportunidad de detener el desastre. La tentación de responder al proteccionismo con más proteccionismo es fuerte, pero también lo es la sabiduría de evitar un incendio que podría devorar el comercio global, acabar con años de inversión para mejorar el transporte de mercancías y destruir la intensa división del trabajo que ha permitido importantes ganancias de productividad y eficiencia en las últimas décadas (además de mantener la inflación bajo control casi en todo momento). Frente a los nuevos aranceles generalizados anunciados por Donald Trump, la Unión Europea podría dar un paso audaz, no hacia la confrontación, sino hacia la templanza. En lugar de contestar con otro 'puñetazo' como el que acaba de propinar EEUU, la Unión Europea (UE) podría enviar un mensaje de calma y convertirse en la voz serena que defiende el comercio internacional sin barreras (el verdadero liberalismo). Incluso podría dar ejemplo en este momento tan complejo y responder no con más barreras, sino con menos.

Los futuros de petróleo Brent, de referencia en Europa, se desploman más de un 6% en los mercados, llegando a perder el barril dos dólares de un plumazo. De este modo, el crudo pierde los 71 dólares por barril después de varias sesiones al alza, producto de un mercado más tenso (demanda y oferta) en el muy corto plazo. El descenso del crudo es un anticipo de lo que podría sufrir la economía global con esta ola arancelaria. La teoría económica argumenta que unos aranceles elevados reducen el comercio internacional, la eficiencia de los intercambios, lastra la división del trabajo a nivel mundial (la especialización económica de cada país) y termina impactando de forma contundente en el crecimiento global. Además, a diferencia de otras veces, esta ola arancelaria llega con una economía mundial extremadamente interconectada (las cadenas de suministro unen el mundo) y tras décadas de inversiones millonarias para mejorar el transporte de mercancías a nivel internacional. Una guerra arancelaria en toda regla podría ser letal para la economía y la demanda de crudo, muy sensible al crecimiento del PIB.

En las llanuras abiertas de Texas y Luisiana, durante décadas, el gas natural fue poco más que un subproducto molesto, un desperdicio, un resto que se quemaba en antorchas mientras los pozos de petróleo escupían oro negro, lo que realmente importaba. Aquel fuego, que teñía el cielo nocturno con lenguas de luz, era símbolo de despilfarro y urgencia por llegar al verdadero tesoro. Hoy, ese mismo gas es el alma de una transformación energética. Estados Unidos, que antaño despreciaba su potencial, se ha convertido en el mayor exportador mundial de gas natural licuado (LNG, por sus siglas en inglés), una hazaña que fusiona la innovación tecnológica, la inversión colosal y una geopolítica en mutación.

Si al ser humano real y emocional le preguntan cuál es el objetivo de la vida, probablemente responderá que alcanzar la felicidad (lo que ello implica ya es otra cuestión más compleja). Sin embargo, si le hacen esta misma pregunta al homo oeconomicus (un individuo racional que no se deja llevar por las emociones y que maximiza utilidad a lo largo del tiempo para obtener lo máximo posible con menos), contestará, probablemente, que el objetivo es alcanzar la libertad o independencia financiera (IF), lo que supone acumular suficientes activos e ingresos pasivos como para vivir sin trabajar, manteniendo (o incluso aumentando) su nivel de consumo. Es decir, disfrutar del ocio, mantener el nivel de vida y lograr la seguridad futura... sin depender de nadie. Eso es la independencia financiera, un logro que sin duda puede también ayudar a lograr la felicidad, y hay quien asegura que se puede conseguir con un salario corriente y sin necesidad de ser Warren Buffett.

En 1990, la idea de que un polaco medio pudiera alcanzar -y menos aún superar- el nivel de vida de un japonés habría parecido una fantasía. Japón era entonces sinónimo de modernidad, eficiencia industrial y poder económico. Polonia, en cambio, apenas salía del yugo del comunismo soviético y figuraba entre los países más pobres del continente. Sin embargo, si se cumplen las proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial, Polonia superará a Japón en 2026 en PIB per cápita ajustado por paridad de poder adquisitivo (PPA o PPS por sus siglas en inglés). Una victoria estadística, sí, pero profundamente simbólica.

Algo que parecía imposible parece cobrar cada vez más fuerza en los mercados. ¿Y si el euro se convierte en la gran amenaza del dominio global del dólar y la divisa se vuelve un actor dominante en las reservas mundiales? Si bien el reinado global del dólar está arraigado fuertemente, la realidad es que crecen los defensores de que, tras años de retroceso en las reservas mundiales, el billete verde puede encontrar la tumba de su hegemonía en una rivalidad creciente con su gran aliado.

El recorte de tipos de interés en la eurozona en abril corre peligro. El Banco Central Europeo (BCE) parece ser proclive a hacer una pausa ante la presión del ala más dura del Consejo de Gobierno. Pese a que la inflación de marzo ha deparado sorpresas positivas (el IPC general se ha situado en el 2,2%, dejando muy muy lejos aquel 10,6% de octubre de 2022), la fuerte incertidumbre comercial (los aranceles son una suerte de impuesto que eleva los precios), la abrumadora escasez de mano de obra (la tasa de paro está en el 6,1%), los planes fiscales de Alemania y el rearme europeo han llevado a los funcionarios del BCE a defender la adopción del modo wait and see (esperar y observar) de cara a su reunión de política monetaria del 17 de abril hasta tener más información macroeconómica.

Trump ha declarado la 'guerra' al petróleo ruso con una de sus nuevas armas comerciales, denominada como 'arancel secundario'. Ante la falta de avances para una paz en Ucrania el republicano ha decidido dar un paso más al margen de las sanciones que llevan desde la era Biden intentando tumbar el gran músculo económico del país euro-asiático, el petróleo. Esta nueva fase pasa por aranceles a los países que compren crudo ruso en un esfuerzo por aislar al máximo posible al Kremlin. Sin embargo, por el camino hay otros países que se convertirán en los grandes perdedores de este movimiento, poniéndose en el foco del fuego arancelario. Algunos ya están acostumbrados, pero otros se encuentran ante un verdadero punto de inflexión que puede marcar la evolución económica de estas naciones y casi del comercio global.

España se ha convertido en la locomotora de la economía de Europa y en el país que registra un crecimiento más intenso y estable en los últimos años y trimestres (con el permiso de algunos pequeños países como Irlanda que presentan una actividad muy volátil). El reinado de España en la economía europea parecía casi asegurado para 2025 y 2026 ante la debilidad de Italia, Francia o Alemania... sin embargo, desde los puertos españoles se puede ver en lontananza la aparición de unos 'barcos vikingos', unos rivales inesperados que podrían batir o acercarse mucho a la economía española en los próximos años. Son tres países que tienen bastante en común, aunque solo tres de ellos forman parte de la UE: los nórdicos (Suecia, Noruega, Dinamarca y Finlandia) están de vuelta. Su elevado margen fiscal para gastar y el miedo a Rusia va a impulsar el gasto militar de estas pequeñas economías que forman parte de una misma 'familia'. Más gasto junto a unos multiplicadores fiscales positivos podrían dar como resultado un crecimiento del PIB que ronde el 2% y el 4%, poniendo en peligro el trono que ostenta España. Suecia, Dinamarca, Noruega y Finlandia se rearman 'hasta los dientes' y sin problemas fiscales.

El petróleo en Europa es un recurso muy escaso. Por ello, cada descubrimiento o logro es celebrado con entusiasmo por la industria, aunque en términos globales sea prácticamente irrelevante. Un buen ejemplo de ello es Hungría, un país en el que las empresas energéticas como MOL están invirtiendo grandes cantidades de dinero para intentar exprimir el crudo que alberga el subsuelo húngaro. Los descubrimientos y los avances son muchos, aunque de un tamaño relativamente reducido. Desde el sector petrolero muestran siempre su entusiasmo cada vez que realizan un descubrimiento o se incrementa la producción de crudo en Hungría, como está ocurriendo recientemente. Cada comunicado corporativo viene acompañado de frases alentadoras como "hay mucho potencial", "esto abre la puerta a nuevos hallazgos de crudo" o "estamos descubrimiento un yacimiento detrás de otro". Aunque la producción de petróleo húngara representa una fracción pequeña de la producción global, en el país se enorgullecen de que, por primera vez en 20 años, la producción de petróleo crudo en Hungría alcanzará cifras históricas.