Correlación no implica causalidad. Vicente Nieves lleva buscando explicaciones a los movimientos de los mercados y de la economía desde la crisis financiera de 2007. Aún no tiene la respuesta.

Arabia Saudí se encuentra en una guerra abierta con otros miembros de la OPEP queriendo ahogar en crudo a los rebeldes que se saltan los límites de producción. El Reino está triplicando las rebajas de producción y hundiendo así el precio del barril harto de 'pagar la fiesta' de países como Kazajistán o Irak, que producían a espuertas mientras disfrutaban del sacrificio del Reino. Sin embargo, una pregunta es clave para definir hasta dónde llegará el fuego árabe sobre el mercado. ¿Cuánta capacidad tiene el Reino para mantener esta ofensiva? ¿Qué podría hacer que su gran apuesta descarrilase? La respuesta que ya dan los expertos es que el gigante del crudo tiene un gran margen hasta atravesar el umbral del dolor que le haga replantearse su posición. ¿Será suficiente para hundir al fracking? Esta vez puede ser diferente.

Son cada vez más los expertos que analizan y advierten del riesgo de que EEUU caiga en la trampa de Tucídides con China. Al igual que en la Grecia clásica el temor de Esparta ante el ascenso de Atenas llevó inevitablemente a la guerra, hoy existe el riesgo de que la potencia dominante (EEUU) entre en conflicto con la potencia emergente (China) para frenar su auge económico y geopolítico. Sin embargo, la fuerte y estrecha integración económica entre los dos enemigos puede terminar siendo un cortafuegos con el que pocos habían contado. Una sociedad rica como la de EEUU y otra en camino de ello como la de China tienen mucho que perder en cualquier conflicto frontal ("nadie gana en una guerra comercial", dijeron las autoridades chinas hace meses). Tanto tienen que perder ambos países que incluso se han visto forzados a detener de forma abrupta esta incipiente guerra comercial. Parece que ambos se han dado cuenta de que no pueden vivir sin colaborar con su mayor 'enemigo'. El fin del comercio entre EEUU y China supondría el despido de millones de personas en el 'gigante asiático', la paralización de fábricas y la desaceleración de su economía. En EEUU se quedarían, probablemente, sin muchos de los insumos y bienes que necesitan para crecer y consumir, mientras que la economía perdería también gran impulso y los precios subirían. Hay tanto que perder que al final va a resultar más fácil hacer de tripas corazón para sellar un buen acuerdo comercial con un abrazo entre dos enemigos condenados a entenderse.

Revertir el desplome de la natalidad. Esta ha sido la misión que no ha logrado cumplir ningún gobierno occidental en las últimas décadas. Sin embargo, la respuesta puede que no esté en una intervención directa del gobierno, ni en una ayuda o una regulación. Según un estudio publicado por una universidad de Suecia se han podido observar ciertos patrones que muestran cómo los ciudadanos con más recursos (mayor acumulación de renta a lo largo de su vida) empiezan a tener más hijos que las familias con menos ingresos a lo largo de su vida. Además, el experto que realiza el estudio cree que esta tendencia podría empezar a verse pronto en otros países desarrollados, marcando el principio de un nuevo paradigma demográfico. De consolidarse, esta tendencia supondría la reversión del patrón dominante en el siglo XX, en el que las familias con menos ingresos lideraban la natalidad. No solo esto, este giro también abre la puerta a que a medida que las sociedades sean más ricas y las horas de trabajo se reduzcan, el invierno demográfico comience a revertirse de forma natural.

Donald Trump es atrevido, incluso se podría decir que temerario, pero lo que está claro es que no es estúpido. La guerra comercial con China estaba empezando a hacer mella de forma notable en la economía de EEUU. Esto es algo que le podía restar popularidad, pero no suponía su fin. Sin embargo, el presidente de EEUU, probablemente, tenía un miedo mayor y que sí estaba justificado: ver las estanterías de tiendas y supermercados del país medio vacías. En la nación del consumismo, dejar al país sin parte de su variado elenco de bienes disponibles a un precios asequibles puede ser letal. Ya había varios avisos que han podido llevar al equipo negociador de Donald Trump a 'hincar' la rodilla ante China para firmar este fin de semana una tregua en los aranceles y esto es lo que finalmente ha ocurrido (una pausa de tres meses en la que operarán unos aranceles reducidos en más de un 100 puntos porcentuales, una rebaja mucho mayor a la esperada aunque sea de carácter temporal). Que la Casa Blanca haya pasado en pocas semanas de los insultos y los aranceles de tres dígitos a las buenas palabras en pos de un rápido apaciguamiento, evidencia un claro giro que solo puede responder a estos temores de fondo. Como dijeron las autoridades chinas ya a principios de año, "nadie gana en una guerra comercial".

Bajo lo que a primera vista parece un pobre desierto y unas aguas tranquilas, la región del Golfo Pérsico alberga en el subsuelo el mayor tesoro energético del mundo. Allí, en una franja de territorio que conecta a Arabia Saudí, Irán y Qatar, se concentran tres yacimientos de hidrocarburos únicos 'en su especie', que contienen reservas de hidrocarburos sin parangón en el planeta. No es una casualidad geológica: este es el epicentro energético del mundo, un triángulo de oro negro y gas azul que ha alimentado economías, definido políticas exteriores y moldeado la historia del siglo XX y XXI. Ghawar, Safaniya y North Field/South Pars no son solo nombres en los mapas petroleros; son colosos subterráneos que sostienen el pulso del sistema energético global. Uno es el mayor yacimiento de petróleo del mundo. El siguiente, el mayor yacimiento de crudo bajo el mar. El último, el yacimiento de gas más grande del mundo. Todos se encuentran relativamente muy juntos, en unos cuantos cientos de kilómetros cuadrados.

La guerra comercial lanzada por EEUU contra el resto del mundo, especialmente contra China, amenaza con dejar muchas batallas y la primera de ellas parece haberla ganado Pekín. Cuando la firme posición del gigante asiático tras recibir aranceles de tres dígitos, nada menos, ya ha hecho a la Administración Trump modular su belicoso lenguaje y buscar una pronta negociación, los primeros datos comerciales de marzo y abril han sido bastante reveladores. Si en marzo las exportaciones chinas fueron fortísimas en previsión del latigazo arancelario que ya iba a venir el mes siguiente, en abril se mantuvieron resilientes gracias a que Pekín ha sabido encandilar a otros clientes. Al mismo tiempo EEUU ha visto cómo, aunque en abril su déficit comercial con China se redujo notablemente, en marzo se ensanchó hasta un nuevo máximo histórico con el resto del mundo, precisamente por su virulencia arancelaria. Este primer round deja a un Trump consiguiendo justo lo contrario de lo que quería y a una Casa Blanca en una posición más débil cuando este fin de semana, en Suiza, se siente en una mesa frente al gobierno chino.

En las turbulentas aguas del comercio internacional, un coloso de acero rebosante de crudo ha logrado navegar entre sombras y legalidades difusas. No lleva su verdadero nombre ni ondea su auténtica bandera. Se hace llamar Global, pero en realidad es el Gather View, un buque fantasma (o zombie ship, como lo llaman los expertos) que ha asumido la identidad de un petrolero ya desguazado para cumplir una única misión: llevar petróleo iraní hasta la costa de China sin ser detenido. Su reciente descarga de dos millones de barriles en un puerto gestionado por el gobierno de Shandong no es solo una operación clandestina más, sino un capítulo revelador de cómo las sanciones internacionales se retuercen y rehacen en los pliegues del comercio global, pero al final el petróleo termina llegando a su destino en un movimiento que evidencia el poder de China para retar a EEUU.

Los precios de la vivienda no paran de subir en España y, en consecuencia, adquirir un hogar se está convirtiendo en una misión muy complicada para las familias. Sin embargo, mientras el precio medio de la vivienda ya ha subido un 12% respecto al año pasado hasta los 2.350 euros el metro cuadrado, hay un único reducto donde la tendencia no es esta: Extremadura. La comunidad autónoma que linda con Portugal ha visto descender sus precios un 1,2% en abril respecto al año anterior, tal y como indica el último informe de idealista. Esto se compara con un crecimiento de 23% de Madrid, del 15% de Murcia, del 16% de Valencia y del 3% y 2% en Castilla y León y Castilla-La Mancha, respectivamente.

Spain is different. Este tópico tan manido y un tanto vulgar es quizá una de las mejores definiciones cortas de lo que es España: diferente. La sociedad de cualquier otro país europeo que hubiera sufrido un apagón como el que atrapó a España la semana pasada, quizá, se habría comportado de forma muy diferente. Lo cierto es que el apagón en España tuvo un impacto que nadie habría previsto: los bares se llenaron de gente consumiendo bebida y comida, y los bazares y tiendas se llenaron de clientes que entre risas y nervios buscaban linternas, radios, velas... Todo esto, que es reflejo de la cultura y la alegría española, sumado a la mayor resiliencia psicológica que otorga haber pasado por la pandemia de covid y otros eventos como la borrasca Filomena y la DANA, ha tenido su impacto en el PIB, tanto el día del apagón como los posteriores (no todo el mundo pudo comprar todo lo que quería ese día), cuando los supermercados y los comercios realizaron parte de las ventas que no se pudieron realizar el 28 de abril, ya fuera por la falta de electricidad o por el desabastecimiento. Así, frente a los primeros análisis que hablaban de una caída de hasta 4.500 millones del PIB, ahora este impacto se reduce sobremanera y, quizá, el día que haya datos certeros incluso desaparezca, pero para ello habrá que esperar.

Desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, los mercados financieros se han enfrentado a una volatilidad inusitada que ha llegado a generar cierto pánico y caos en ciertos momentos. En algunas sesiones daba la sensación de que el mundo, tal y como lo conocemos hoy, iba a terminar de la noche a la mañana. Parecía que el fin de EEUU como hegemón (y el dólar) y la irrupción de otra nueva potencia (probablemente China) estaba a la vuelta de la esquina. Este sentimiento llevó a que los inversores vendieran a toda prisa sus activos denominados en dólares (una suerte de fuga de capital), mientras que la divisa que lleva décadas reinando en los mercados no paraba de depreciarse contra sus pares. La percepción de que un cambio rápido, abrupto y disruptivo estaba a la vuelta de la esquina era una tendencia casi dominante que todavía hoy se puede respirar. El dólar tiene hoy menos peso que hace 20 años en las reservas de la banca central mundial.