La reciente victoria electoral del Recep Tayyip Erdogan en la segunda vuelta de las presidenciales turcas se ha traducido en un rápido giro económico del mandatario, al menos en las intenciones. Con una Turquía asfixiada por la inflación, Erdogan impuso su propia política monetaria ordenando bajar los tipos de interés cuando prácticamente todo el planeta los subía. Intentaba sujetar así antes de las elecciones un crecimiento sólido en los últimos años. Pero, al mismo tiempo, la moneda del país se desangraba sin parangón. La debacle de la lira turca obligó a su administración a ingentes medidas como masivas ventas de oro y de divisas extranjeras para sujetar el desplome. Ahora todo ese esfuerzo se puede ir al traste con el regreso a la ortodoxia económica.