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Tue, 28 Jan 2025 12:00:11 +0100
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La aristocracia británica cuenta con miembros donde el linaje y el poder financiero se entrelazan como las ramas de un viejo roble: el séptimo duque de Westminster, Hugh Grosvenor, camina por su reino con el aire de un terrateniente renacentista, aunque armado esta vez no con un catalejo, sino con tecnología láser y alianzas científicas. Este joven heredó una fortuna de 9.500 millones de libras esterlinas en 2016 (unos 11.400 millones de euros) tras la muerte de su padre y ahora (su fortuna ha aumentado hasta los 14.000 millones de euros) ha decidido observar sus vastas propiedades desde el aire con la precisión de un cirujano, no para medir riquezas, sino para escudriñar el pulso de la naturaleza que gobierna bajo su bandera. El duque de Westminster es un hombre moldeado por una tradición milenaria, pero también por la necesidad de adaptarse a los nuevos paradigmas. En sus manos, la riqueza de siglos parece buscar un propósito más allá de los muros de Belgravia o los pastos de las Highlands. Quizás, al final, Hugh Grosvenor no sea solo el custodio de un patrimonio histórico, sino también el arquitecto de un futuro en el que los ecosistemas, como los apellidos nobles, se conserven para generaciones venideras.