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Cate Blanchett, una artista también como ser humano: lanza un fondo de ayuda a cineastas refugiados

En Hollywood hay quienes ven la industria como un espectáculo de alfombras rojas, premios dorados y discursos cuidadosamente ensayados. Luego está Cate Blanchett, quien parece haber entendido que el cine no solo se trata de iluminar rostros perfectos en la gran pantalla, sino de alumbrar realidades que muchos prefieren ignorar. Desde hace tiempo, la actriz australiana ha usado su prestigio para abrir espacios a quienes no suelen encontrar un asiento en la mesa del poder cinematográfico.

Primero fue Proof of Concept, un programa que lanzó hace menos de un año para impulsar películas con una mirada femenina o protagonizadas por personajes trans y no binarios. Ahora, Blanchett redobla la apuesta con el Displacement Film Fund, un fondo destinado a financiar cortometrajes de cineastas refugiados o de artistas que han dedicado su obra a retratar historias de desplazamiento forzado. La iniciativa, que se dio a conocer el 28 de enero, es fruto de una alianza con el Festival Internacional de Cine de Rotterdam (IFFR) y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), organismo con el que Blanchett colabora como embajadora de buena voluntad.

El cine como territorio de pertenencia

"La gran virtud del cine es que te sumerge en la vida de otra persona como ninguna otra forma de arte", afirmó Blanchett en el comunicado oficial. No es una frase al azar. La actriz ha recorrido campos de refugiados, ha escuchado de primera mano los relatos de quienes han perdido su hogar y ha visto cómo las estadísticas frías esconden detrás millones de historias individuales. "Cuando alguien se ve obligado a huir, pierde acceso a lo más básico, pero si es un artista, también pierde los medios para crear. Y el arte es más necesario que nunca en esos momentos", añade.

El Displacement Film Fund no es solo un acto de caridad bienintencionada. Es un proyecto con vocación de continuidad y con una estructura sólida detrás. En esta primera etapa, se otorgarán cinco becas de 100 000 euros a creadores que podrán, por fin, contar sus historias con los recursos adecuados.

Un jurado de prestigio y una meta ambiciosa

Para asegurarse de que las voces elegidas realmente representen la diversidad de la experiencia migrante, Blanchett ha convocado a un comité de selección que podría rivalizar con cualquier jurado de festival de prestigio. Entre sus miembros están la actriz Cynthia Erivo, la documentalista siria Waad al-Kateab, la activista afgana Aisha Khurram y la cineasta franco-polaca Agnieszka Holland, además del realizador danés Jonas Poher Rasmussen, quien en 2022 dirigió Flee, una animación desgarradora sobre la odisea de un refugiado afgano homosexual.

En el comité también participa Amin Nawabi, un nombre ficticio que protege la identidad de un solicitante de asilo de la comunidad LGBTQIA+, cuya historia inspiró precisamente Flee. Si alguien sabe de primera mano lo que significa perderlo todo y reconstruirse en tierra ajena, es él.

El proceso de selección se llevará a cabo en dos etapas y culminará en mayo con el anuncio oficial de los ganadores en el Festival de Cannes. Un año después, los cortometrajes resultantes verán la luz en Rotterdam, cerrando así un ciclo que busca convertir el cine en un refugio tan real como cualquier techo de acogida.

Hollywood más allá del oropel

Que una estrella del calibre de Cate Blanchett se embarque en proyectos así es un recordatorio de que Hollywood no es solo un negocio de cifras millonarias y franquicias recicladas. Entre las montañas de secuelas y películas diseñadas por algoritmos, todavía quedan espacios para que el cine haga lo que mejor sabe hacer: contar historias que importan.

El desplazamiento forzado ha sido un tema recurrente en la pantalla grande, pero rara vez desde la perspectiva de quienes lo viven. Con este fondo, Blanchett no solo entrega un micrófono a esos narradores, sino que les da los medios para que su voz se escuche con la calidad y la dignidad que merece.

Rotterdam es solo el primer paso. Si el proyecto crece, si las historias encuentran su público, si una de esas películas logra sacudir la conciencia de alguien con poder real, quizás entonces Blanchett habrá demostrado que el cine, además de entretenimiento, puede ser un acto de justicia.

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