El peso de la Historia se siente diferente cuando lo portan quienes están llamados a encarnar su memoria. En el helado enero de Polonia, bajo un cielo que, como cada año, parece arrastrar las sombras de los trenes que nunca llegaron a destino, la memoria colectiva de Europa se da cita (histórica) para conmemorar el 80 aniversario de la liberación de Auschwitz-Birkenau. Aquí no hay espacio para galas ni coronas refulgentes; los royals, con su inconfundible estampa, se funden con los jefes de Estado y primeros ministros para recordar, con dolor y solemnidad, el mayor horror de la humanidad en el siglo XX.