El peso de la Historia se siente diferente cuando lo portan quienes están llamados a encarnar su memoria. En el helado enero de Polonia, bajo un cielo que, como cada año, parece arrastrar las sombras de los trenes que nunca llegaron a destino, la memoria colectiva de Europa se da cita (histórica) para conmemorar el 80 aniversario de la liberación de Auschwitz-Birkenau. Aquí no hay espacio para galas ni coronas refulgentes; los royals, con su inconfundible estampa, se funden con los jefes de Estado y primeros ministros para recordar, con dolor y solemnidad, el mayor horror de la humanidad en el siglo XX.
Los reyes Felipe y Letizia representan a España en esta ocasión histórica, una de esas donde la política, el símbolo y la emoción convergen en una misma escena. El rey Carlos III del Reino Unido, la reina Matilde de Bélgica, Máxima de Holanda y Mary de Dinamarca son solo algunas de las figuras que también han confirmado su asistencia. Sin embargo, no todas las cabezas coronadas estarán presentes. La ausencia de ciertas reinas consortes y figuras clave también dibuja un mapa del desgaste físico y emocional que las monarquías europeas van acumulando, a medida que la edad y las circunstancias les obligan a traspasar su carga simbólica a las generaciones más jóvenes.

La carpa de Auschwitz: un espacio de memoria y unidad
El epicentro del acto se sitúa en una carpa instalada frente a la entrada principal del campo Auschwitz-Birkenau II, justo en el lugar donde las vías del tren aún convergen en un eco de acero oxidado y frío. Allí, junto a uno de los vagones originales que transportaron a miles de víctimas hacia su destino final, las palabras serán pocas pero las emociones, infinitas. Sobrevivientes del Holocausto darán su testimonio, como una lámpara que se resiste a extinguirse, y los Royals y mandatarios, atentos y contenidos, harán suyos los silencios, como testigos y portadores de una herencia común que atraviesa las fronteras.
Felipe VI y la reina Letizia llegan a Polonia con una doble carga. Por un lado, la responsabilidad institucional de representar a España en uno de los foros internacionales más significativos del año, primera foto de una Europa unida frente al griterío de Trump. Por otro, el peso emocional que la reina ha demostrado asumir con sobriedad en actos similares, como en el 75 aniversario de la liberación, donde destacó su capacidad de conectar con los sobrevivientes sin que la solemnidad apague su empatía natural.
El contexto geopolítico también da a esta cita un matiz urgente. La guerra en Ucrania, la crisis humanitaria en Gaza y el reciente regreso de Donald Trump a la Casa Blanca como presidente de Estados Unidos reconfiguran las alianzas y tensiones globales. Auschwitz, más que un espacio de memoria, se convierte en un escenario donde Europa busca reafirmar su unidad frente a un mundo donde los valores democráticos parecen, una vez más, vulnerables.
Carlos III: la sombra de la última etapa
Carlos III será el primer rey británico en pisar Auschwitz. Su presencia, aunque notable, llega envuelta en una fragilidad que resulta inevitable ignorar. El monarca, aún en tratamiento, ha demostrado una capacidad inquebrantable para cumplir con sus compromisos, aunque su salud y su edad lo obliguen a dosificar esfuerzos. Camilla, por su parte, no lo acompaña. La reina consorte británica, con 77 años, ha optado por reducir al mínimo su agenda internacional, en lo que muchos califican como una jubilación encubierta. Su ausencia, sin embargo, no resta solemnidad al acto.
En su lugar, la imagen de Carlos solo, en un lugar tan cargado de historia y simbolismo, resalta la misión que asume en esta etapa de su vida: ser el rostro de una monarquía que, a pesar de los escándalos y los cambios de época, sigue siendo un referente de estabilidad.

Ausencias notables y relevos generacionales
No todos los tronos estarán representados por sus titulares. En Suecia, el rey Gustavo y la reina Silvia, ambos de 77 años, ceden nuevamente el protagonismo a su hija, la princesa heredera Victoria. El monarca sueco, operado a corazón abierto en 2023, y su consorte, conocida por su discreción, han limitado sus desplazamientos internacionales. En su lugar, Victoria se perfila como una figura sólida, capaz de asumir las riendas de la representación con la misma solvencia que se espera de un soberano.
En Noruega, la situación es similar. Harald y Sonia, ambos con una salud frágil, han dejado la tarea de representación en manos del príncipe heredero Haakon. Sin embargo, su esposa, la princesa Mette-Marit, también estará ausente, alegando problemas de salud que, junto a las recientes polémicas familiares, la mantienen alejada del foco público.
Por otro lado, Luxemburgo está representado por el Gran Duque Enrique, quien acude en solitario. María Teresa, su consorte, no ha confirmado los motivos de su ausencia, pero su limitada presencia en actos recientes sugiere que también prefiere centrarse en compromisos más selectivos.
Máxima, Mary y Letizia: las imprescindibles
Hay reinas consortes cuyo magnetismo y sentido del deber las convierten en imprescindibles. Máxima de Holanda, Mary de Dinamarca y Letizia de España son las grandes figuras femeninas en Auschwitz. El respeto se impone y el duelo es lo principal. No se esperan grandes despliegues de moda ni joyas deslumbrantes, pero cada una de ellas sabe cómo interpretar la sobriedad sin perder un ápice de elegancia.
Máxima, conocida por su carisma y cercanía, aporta una calidez que equilibra la solemnidad del acto. Mary, siempre impecable, representa la estabilidad y el compromiso de la monarquía danesa. Y Letizia, con su característico equilibrio entre cercanía y firmeza, vuelve a situarse como una de las figuras más relevantes del panorama real europeo.
Cada una de ellas entiende que en un acto como este, el protocolo no se mide solo en los gestos, sino también en la capacidad de transmitir empatía y respeto a quienes cargan con el peso de la memoria.
Netanyahu y la política en la sombra
Si bien la atención se centra en los Royals, la posible asistencia de Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel, introduce un elemento de tensión política. Sobre él pesa una orden de detención internacional, pero el gobierno polaco ya ha adelantado que no la ejecutará, alegando "circunstancias extraordinarias". Su presencia, de confirmarse, sería un recordatorio de cómo la política y la memoria histórica se entrelazan en un complejo juego de equilibrios.
El acto no se extenderá más de 90 minutos, pero el impacto emocional perdurará mucho más allá de la ceremonia. A través de un streaming facilitado por la televisión pública polaca, millones de personas somos testigos de este momento histórico. Sin embargo, lo que realmente trasciende no es el acto en sí, sino lo que representa: la capacidad de recordar, de aprender del pasado y de construir un futuro más justo y humano.
En Auschwitz, bajo un cielo gris y entre los ecos de una tragedia que nunca debe repetirse, reyes y reinas se reúnen este lunes de enero para rendir homenaje a quienes perdieron la vida en uno de los capítulos más oscuros de nuestra historia. Y en ese acto de memoria compartida, la humanidad entera se refleja, recordando que la grandeza no está en los títulos, sino en la capacidad de honrar el pasado y aprender de él..