Juan Velarde
12/02/2019, 00:30
Tue, 12 Feb 2019 00:30:43 +0100
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En el mundo de la ciencia, cuando alguien prepara una proposición que es inmediatamente aceptada, salvo por los ignorantes, pasa a conseguir el no volver a exponerla, basándose en que la cuestión ya ha sido debatida por algún científico significativo y no existe posibilidad de cambiar nada, sea ésta la longitud de una circunferencia, o que desde Proust sabemos que el ácido sulfúrico es SO4H2, o que desde Einstein, e=mc2. Pasa exactamente igual en el campo de la ciencia económica. Cuando Adam Smith abre la puerta a la Escuela Clásica, sin la cual no se habría creado la ciencia económica, en su obra Investigación de la Naturaleza y Causas de la Riqueza de las Naciones, casi nada más iniciar su exposición, señala precisamente en el primer párrafo del capítulo I del libro I de esta obra fundamental que "el mayor adelanto realizado en la capacidad productiva del trabajo, y la mayor de la habilidad, destreza y discernimiento con que es dirigido o aplicado en todas partes, parecen haber sido consecuencia de la división del mismo". E inmediatamente, en el capítulo III pasa a ampliar este postulado inicial sobre el desarrollo de la economía. Lo titula, y con ello lo puntualiza adecuadamente: "La división del trabajo está limitada por las dimensiones del mercado". A partir, pues, del 9 de marzo de 1776, día en que esta obra se publicó, esta afirmación relacionada con la amplitud del mercado y con el incremento del desarrollo quedó establecida para siempre, y con tanta fuerza como lo que hemos señalado sobre la longitud de la circunferencia o sobre la energía en la fórmula básica de Einstein.