Presidente de Confemetal y de la Comisión de Industria de CEOE
Opinión

La economía española arrastra un déficit estructural centrado en el mercado laboral, con especial protagonismo del desempleo. La ineficiencia de las políticas activas de empleo y el enfoque de la formación, alejada de las realidades del mercado laboral, se traduce en desajustes persistentes entre la oferta formativa y la demanda de las empresas. Esto genera una doble pérdida: para los trabajadores, que no encuentran oportunidades acordes a su preparación, y para las compañías, que ven limitado su potencial de crecimiento por la falta de perfiles profesionales adecuados. El sector del metal lo vive con especial intensidad. La falta de mano de obra cualificada amenaza con frenar proyectos estratégicos y limitar la competitividad de muchas de nuestras empresas. En ocupaciones vinculadas al metal, este déficit no solo impide crecer, sino que comienza a comprometer la capacidad de mantener ciertos niveles de producción. La presencia femenina entre las plantillas está mejorando a un ritmo aún insuficiente. La modernización de la industria pasa también por impulsar la igualdad real, no solo como un principio de justicia social, sino como una palanca de competitividad.

La economía española se enfrenta a un futuro inmediato marcado por la necesidad acuciante de luchar contra las amenazas que suponen para el crecimiento los efectos de la pandemia y la invasión de Ucrania, concretados en una inflación desbocada y en tensiones en las cadenas de suministro que agravan nuestros problemas estructurales y ponen en riesgo la competitividad de bienes y servicios.

Las consecuencias económicas de la pandemia del coronavirus, por el impacto que el confinamiento de la población y la posterior paralización de facto de buena parte de la actividad económica, han sido importantísimas en la actividad y el empleo.

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