Opinión
La economía española arrastra un déficit estructural centrado en el mercado laboral, con especial protagonismo del desempleo. La ineficiencia de las políticas activas de empleo y el enfoque de la formación, alejada de las realidades del mercado laboral, se traduce en desajustes persistentes entre la oferta formativa y la demanda de las empresas. Esto genera una doble pérdida: para los trabajadores, que no encuentran oportunidades acordes a su preparación, y para las compañías, que ven limitado su potencial de crecimiento por la falta de perfiles profesionales adecuados. El sector del metal lo vive con especial intensidad. La falta de mano de obra cualificada amenaza con frenar proyectos estratégicos y limitar la competitividad de muchas de nuestras empresas. En ocupaciones vinculadas al metal, este déficit no solo impide crecer, sino que comienza a comprometer la capacidad de mantener ciertos niveles de producción. La presencia femenina entre las plantillas está mejorando a un ritmo aún insuficiente. La modernización de la industria pasa también por impulsar la igualdad real, no solo como un principio de justicia social, sino como una palanca de competitividad.