
La economía española se enfrenta a un futuro inmediato marcado por la necesidad acuciante de luchar contra las amenazas que suponen para el crecimiento los efectos de la pandemia y la invasión de Ucrania, concretados en una inflación desbocada y en tensiones en las cadenas de suministro que agravan nuestros problemas estructurales y ponen en riesgo la competitividad de bienes y servicios.
Impulsar la economía, antes de que se cumplan los augurios más pesimistas, exige incrementar la competitividad, en un marco regulatorio favorable, predecible y estable que permita a las empresas –y muy especialmente a las pequeñas y medianas- operar, invertir y promover la excelencia, la innovación y la sostenibilidad y atender a las amenazas del cambio climático y a la eficiencia en el uso de recursos.
De manera transversal, para conseguir esa economía sostenible y eficiente en el uso de recursos, la extensión de los principios de la Economía Circular que, en la Industria ha sido su modo de hacer más desarrollado, debe ser parte y no menor de la solución.
La estrategia de la Economía Circular, es el núcleo de la actividad industrial y su razón de ser. La Industria ha buscado siempre el máximo aprovechamiento de los recursos, que los residuos se convirtieran en materias primas valiosas para reintegrarse al ciclo de producción de nuevos bienes y servicios. El propio concepto de residuo se reconvirtió en la actividad industrial en materia prima secundaria para ser un eslabón más en la cadena del ciclo de vida de los productos.
Las "Siete Erres" de la Economía Circular: Rediseñar los productos para mejorar su vida útil; Reducir el consumo directo; Reutilizar para prolongar la vida de los productos; Renovar el uso de objetos antiguos para superar su obsolescencia; Reparar en lugar de desechar; Reciclar; y Recuperar materiales usados para la producción de nuevos productos, forman parte de los "mandamientos" de la actividad industrial y se pueden englobar en una única "Erre": Racionalizar la producción y el consumo de bienes y servicios.
La Economía Circular ha permitido a la Industria reducir el consumo de energía y de materias primas y el impacto de su actividad sobre el medio ambiente, eliminando vertidos, ruido, ocupación de espacio y emisiones. Es decir, la ha hecho más productiva y competitiva, más eficiente y más sostenible en el uso de los recursos.
En un momento de carestía de energía y materias primas, la Economía Circular puede verse favorecida por la aplicación de nuevas tecnologías de la información y la comunicación, y por la extensión de la educación ambiental.
La Economía Circular, en su camino para generar un crecimiento inteligente, sostenible e integrador, es un factor decisivo para impulsar la innovación y la cualificación y generar nuevas oportunidades de crecimiento económico.
Invertir en ella, impulsarla, no solo permite reducir residuos, consumos e impactos medioambientales. También genera empleo en la propia gestión y valorización de los residuos y en el desarrollo y la producción de equipos y sistemas para asegurar la eficiencia y el aprovechamiento de los recursos. El propio rediseño de productos y procesos para la reutilización es un nicho de actividad y empleo.
En un escenario de escasez y fluctuación de los precios energéticos y de las materias primas, la Economía Circular contribuye a garantizar la seguridad del suministro de recursos esenciales, a reducir sus costes y a una mejor gestión de los flujos.
Desde el punto de vista de las empresas industriales, la Economía Circular supone una oportunidad en términos de producción, pero también para llevar a otros sectores de actividad el saber hacer industrial en la transformación, elaboración, fabricación y de los productos en desuso que, para la Industria, siempre han sido recursos valiosos.
Pero, que los residuos se conviertan en materias primas secundarias y entren de nuevo en la cadena de producción precisa de normas y especificaciones de aceptación global que regulen la actividad y de homogeneidad de criterios para evitar que este ámbito sea otro ejemplo de ruptura de la unidad de mercado en España.
Una política inteligente de Economía Circular debe apostar por crear mercados y definir estándares de calidad para las materias primas secundarias, y por evitar incertidumbres, indefiniciones y cargas innecesarias que perjudiquen su competitividad, sin comprometer la seguridad y la calidad de los productos y servicios.
La regulación de la Economía Circular no puede ser inmanejable para los actores del mercado y para las administraciones encargadas de velar por su cumplimiento, porque ello pondría en riesgo la propia actividad y desincentivaría la innovación y la inversión en Economía Circular.
Castigar el desarrollo de la Economía Circular con obstáculos, impuestos y tasas va contra el medio ambiente, el progreso y casi contra la historia. Pero también contra la oportunidad que supone su aplicación para la actividad y el empleo.