
La sombra de la pandemia sigue siendo muy alargada para nuestro mercado de trabajo. Como todos sabemos, como consecuencia de la temporada estival, junio suele ser un buen mes para el empleo, pero este año, como todo lo que está sucediendo, es distinto: el paro ha aumento levemente en algo más de 5 mil personas, dejando la cifra de desempleados en 3,86 millones, y la afiliación a la Seguridad Social, por su parte, ha avanzado con un saldo medio final de 68.mil afiliados dejando la cifra total en 18,6 millones. Lo sucedido el último día desvirtúa este dato ya que se perdieron 160.000 afiliados.
Si analizamos estos datos, observamos cómo, poco a poco, la tendencia va mejorando después del varapalo de marzo y abril y la afiliación va avanzando día a día (exceptuando el varapalo del último día del mes de junio).
De cualquier manera, no debemos olvidar que la cifra de paro ha sido un 28% superior al mismo mes de 2019. De hecho, los sectores que más han contribuido a frenar la destrucción de empleo con la recuperación de actividades han sido la construcción, el comercio y las actividades auxiliares y administrativas. La hostelería, tradicionalmente uno de los motores de la creación de empleo en junio, creció en algo más de 20.000 afiliados.
Parece que realmente hemos entrado en una fase de reactivación económica donde las empresas que han sobrevivido a la pandemia vuelven a la actividad y por lo tanto vuelven a generar empleo De ahí que durante los próximos meses esperemos una creación de empleo importante y sobre todo, trabajadores que salgan de ERTES para reincorporarse a su actividad normal. Durante este mes, algo más de un millón de trabajadores ya abandonaron esta situación y, según datos del Ministerio, en mayo se llegó al nivel máximo de prestaciones con cobertura a casi 6 millones de personas.
Las anunciadas subidas de impuestos frenarán el crecimiento económico y la creación de empleo
Ahora entramos en una fase donde todas aquellas empresas que no hayan podido sobrevivir a esta crisis tendrán que cerrar o reinventarse, bien porque ha cambiado la demanda de sus servicios (que ya no son requeridos por los clientes de acuerdo a las nuevas circunstancias) o porque se han quedado descapitalizados para seguir su actividad. Para mantener nuestro tejido productivo, y por lo tanto el empleo, debemos invertir en empresas con dificultades, siempre que cuenten con modelos de negocios solventes para salir adelante en un futuro próximo y, por supuesto, en nuevas empresas que sean más eficientes y más acordes a las nuevas demandas de la sociedad después de la pandemia. Será clave para la supervivencia de las empresas que sean capaces de intuir el futuro inmediato y ajustar sus estrategias a las nuevas necesidades.
Para que todo esto se produzca, tanto la economía como nuestro mercado laboral deben ser flexibles y ajustarse a la nueva realidad y sobre todo a lo que la realidad requiere para actuar dentro de un mercado muy competitivo y dañado, dónde los menos eficientes caerán por el camino.
Tanto la economía como el mercado laboral deben ser flexibles y ajustarse a la nueva realidad
En este momento, y de cara a un futuro inmediato, una vez más, se han lanzado mensajes por parte del Gobierno sobre una posible reforma fiscal, que probablemente signifique una nueva subida de impuestos y que derive en una penalización del ahorro y probablemente del consumo con los efectos que esto tendría sobre el crecimiento de nuestra economía. No olvidemos que las previsiones de caída del PIB se acercan a un 13%. O creamos un marco regulatorio adecuado al momento o correremos el riesgo de una caída mayor del PIB y que el paro se sitúe por encima del 20%
Por último, me gustaría dedicar una pequeña reflexión acerca del teletrabajo. Se está hablando mucho sobre la forma y muy poco sobre el fondo. Es decir, nos estamos ocupando de regular quién asumirá el coste, el control horario, la desconexión digital, etcétera pero, ¿nos hemos parado a pensar si culturalmente estamos preparados para un nuevo modelo de trabajo?. No olvidemos que la tecnología sin cultura es inútil. Tradicionalmente, en España, el empresario no ha confiado en la capacidad de autogestión de los trabajadores y todavía es pronto para saber si esta cultura tan arraigada ha evolucionado hacia un modelo más basado en la productividad y menos en el presentismo. Pienso que es difícil que la pandemia pueda cambiar la cultura laboral de nuestro país en solo 3 meses…. Y no suele ser recomendable tomar decisiones desde el miedo o desde la necesidad a corto plazo… Sigo diciendo que la tecnología sin cultura es inútil.