
Las consecuencias económicas de la pandemia del coronavirus, por el impacto que el confinamiento de la población y la posterior paralización de facto de buena parte de la actividad económica, han sido importantísimas en la actividad y el empleo.
La crisis ha puesto de manifiesto que, ante grandes amenazas sean del tipo que sean, responden mejor los países que junto a una capacidad y una experiencia contrastadas en la gestión, cuentan con una reserva industrial estratégica capaz de ofrecer respuesta a urgencias de cualquier tipo.
Así, la estrategia de salida de esta crisis, lo que se ha dado en llamar "la reconstrucción" no debería limitarse reducir sus peores consecuencias en la actividad y el empleo. Yendo más allá, la reconstrucción ofrece la oportunidad de volver a apostar por sectores industriales que la crisis ha revelado como estratégicos y que integran en España un tejido mayoritariamente formado por Pymes.
La actividad industrial que es la que repercute más positivamente en el resto de la economía y potencia en mayor medida la productividad global, es fundamental para la innovación, la sostenibilidad, las exportaciones y la creación de puestos de trabajo de calidad en el conjunto del sistema.
Esas son las necesidades reales de la economía española y la mejor apuesta social que se puede hacer desde las Administraciones. El Sector Industrial será clave en el mantenimiento de un estado de bienestar similar al que actualmente tenemos y, en la medida que su peso en el PIB crezca, mejorará el nivel de riqueza y su distribución.
Sentadas estas premisas, es necesario plantear qué es lo que la industria necesita para dar tracción de modo firme y constante a la economía española de modo que, cuanto antes, se puedan mitigar las consecuencias de la crisis.
En primer lugar y en el marco de financiación y liquidez de las empresas, es necesario garantizar el flujo de crédito con más amplios avales públicos y mejores plazos de amortización y carencia.
Además, es necesario actuar contra la morosidad para mejorar el cumplimiento de los plazos de pago establecidos por la Ley, para lo cual es indispensable la aprobación y puesta en marcha de un Reglamento Sancionador, y agilizar la devolución del IVA, especialmente a las empresas que operen con la inversión del sujeto pasivo y exportadoras.
En el terreno fiscal, es necesario facilitar el cumplimiento de las obligaciones tributarias, especialmente a Pymes y Autónomos, bonificar las inversiones vinculadas a la reducción de la huella de carbono y de mejora de la salubridad pública, y reducir impuestos, especialmente los vinculados a planes de inversión, generación y mantenimiento de la actividad económica.
Pero, en este ámbito, nada tan imprescindible como no subir los impuestos y descartar nuevas figuras impositivas hasta la superación de la crisis, para preservar y hacer atractiva la inversión y facilitar nuevos proyectos generadores de actividad.
En el marco laboral son cruciales la extensión de los Ertes hasta final de 2020, el refuerzo del Dialogo Social y la Negociación Colectiva y, sobre todo, mantener las reformas realizadas que ya demostraron su eficacia para salir de una crisis.
En paralelo, la industria necesita formación y cualificación, desde de la educación básica y secundaria, reforzando las materias STEM, hasta la Formación Profesional tanto reglada como dual, como vehículo de acceso al empleo y a la formación superior. La formación y la cualificación de los trabajadores en activo son fundamentales y exigen Planes de Formación Sectorial para que la formación se adecúe a las necesidades reales de las empresas.
Pero la Industria es innovación e impulsarla es clave, con facilidades a la inversión en I+D+i y a la incorporación de tecnólogos a las empresas y mecanismos para acercar a las empresas, especialmente Pymes, a los centros de Investigación y las Universidades.
Adicionalmente, hay que continuar con la Transformación Digital del sector industrial especialmente de las Pymes.
El Mercado exterior es clave para la Industria, y el refuerzo de la internacionalización debe ser objetivo prioritario, desde la mejora de la competitividad del tejido productivo hasta los programas de apoyo para el acceso a nuevos mercados, pasando por la lucha contra las medidas proteccionistas en el nuevo escenario post-Covid-19.
La Industria, necesita para recuperar la actividad, medidas de estímulo y reactivación del consumo, como Planes Renove, al modo de los de la automoción, en sectores como los electrodomésticos, los equipos e instalaciones energéticos, las tecnologías de la información y telecomunicaciones o la maquinaria y los equipos industriales y agrícolas.
Una reactivación industrial, que permita llevar su peso al 20% del PIB, necesita una apuesta por las cadenas de suministro de proximidad, sobre todo en los sectores industriales estratégicos, fomentar una cultura social de las ventajas de un sector industrial fuerte, reforzar la inversión en infraestructuras productivas y facilitar el aumento de tamaño de las empresas industriales.
Uno de los ejes de la reindustrialización debe ser la sostenibilidad, facilitando los proyectos de inversión en energías limpias, una transición energética ordenada y la implantación de energías renovables, garantizando suministro y precio competitivo.
También será necesario fomentar un nuevo modelo productivo de economía circular basado en eco-diseño, reciclaje, reparabilidad, reutilización, etcétera, que se debería apoyar desde todas las instancias gubernamentales.
Y, en último término, la Industria necesita, como otros sectores, coordinación y unidad política para luchar contra los efectos económicos y sociales de la pandemia, unidad efectiva de mercado, una legislación sencilla que evite multiplicidades y reduzca la burocracia para facilitar la relación con los administrados y favorecer la puesta en marcha ágil de proyectos de inversión que generen actividad y empleo, las únicas vías posibles para salir de la actual situación.