Mientras Sánchez y sus ministros se rasgan la vestiduras por la demencia arancelaria de Donald Trump, aquí en España ese mismo gobierno plantea, en un alarde de populismo y sin hacer la preceptiva memoria económica asociada, la reducción de la jornada laboral a 37 horas y media. Medida que en la práctica supone un arancel interno por su efecto directo sobre los resultados y los márgenes de las empresas, especialmente de las pequeñas y medianas, y con un impacto indirecto negativo sobre la creación el empleo y la caída de la producción.