
Aún con la duda de que sea una apuesta de máximos, la tormenta arancelaria desatada por el extravagante, por ser generosos, presidente norteamericano Donald Trump, castigando con impuestos a un centenar de países que van desde un mínimo del 10% a las exportaciones de países amigos, del 20% a los productos de la Unión Europa, el 24% a Japón y un máximo del 34% a China supone una medida sin precedentes que podría sembrar el caos en las economías y el comercio global.
Una vuelta al pasado que nos retrotrae a los tiempos más reaccionarios del proteccionismo con el temor a que este arancel extemporáneo y desmesurado desencadene un efecto similar a cuando en 1930, la Ley Smoot-Hawley implementó aranceles a múltiples sectores que trajo como resultado una a contracción del comercio global durante la Gran Depresión, además de una recesión de la economía mundial, que de producirse, unos de los principales agraviados serán los propios ciudadanos estadounidenses, como ha advertido el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell. Incluso, los principales analistas económicos norteamericanos empiezan a anunciar que EE UU podría entrar en una recesión técnica ya en el segundo semestre de este año.
Porque la teoría económica explica y la experiencia de proteccionismos anteriores demuestra que la imposición arbitraria e indiscriminada de aranceles provoca siempre un efecto boomerang. Y, es posible que Trump como pretende pueda bajar los impuestos a los estadounidenses con los ingresos arancelarios e, incluso, abaratar la emisión de deuda pero provocando al mismo tiempo una fuerte subida en la inflación por el encarecimiento de las importaciones hasta el punto de que la rebaja fiscal sea inferior al aumento de los precios. En definitiva empobrecimiento con el añadido de un posible desabastecimiento o escasez de bienes de consumo, materias primas y productos necesarios para la industria y los servicios.
Al mismo tiempo, la respuesta de los países perjudicados por los aranceles gravando con tasas similares a las importaciones de EEUU implicará también una caída de las exportaciones de las empresas norteamericanas afectando negativamente a la producción y a los resultados de esa industria nacional que Trump quiere potenciar. No es de extrañar que uno de las mayores batacazos por la caída de las bolsas se lo hayan pegado las empresas norteamericanas.
Todo esto con el añadido de una reorientación del comercio internacional de los socios tradicionales de los Estados Unidos hacia mercados alternativos. Y en este punto la alternativa de Mercosur se impone como la más interesante y conveniente para Europa por encima de China y Asia. El Mercado Común del Sur, integrado por Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay está considerado como una potencia económica, con un PIB de 4 580 millones de dólares, el 82,3 % del PIB total de toda América del Sur y cuenta con más de 275 millones de habitantes, o lo que es lo mismo siete de cada diez sudamericanos son ciudadanos del Mercosur.
En el caso de España, las exportaciones de a Estados Unidos alcanzaron un valor de 18.179 millones de euros en el acumulado de 2024 y representan en torno a un 5% de todas nuestras ventas en el exterior y el 2,3% de nuestro PIB. El saldo comercial es deficitario para nuestro país en 10.013,5 millones de euros que suponen un 6,9% más que un años antes siendo los sectores más amenazados los del automóvil, agroalimentario, maquinaria y equipos electrónicos, minerales y metales.
En cuanto a inversiones, la llegada de capital de EEUU a España cayó a la mitad durante los nueve primeros meses de 2024, desde los 6.575 millones a los actuales 3.481 millones. Una situación que podría empeorar si se mantienen las malas relaciones entre los dos Gobiernos. Y esta es otra derivada porque Washington, que ha sustituido a España por Marruecos como su principal aliado estratégico en el Mediterráneo, sólo va a gravar con un 10% a las importaciones marroquíes frente al 30% como mínimo de las españolas lo que puede provocar un efecto sustitución de los productos españoles, especialmente los agroalimentarios, por los del país norteafricano. Esas son las consecuencias de tener un gobierno con ministros comunistas, militantes declarados de un trasnochado antiamericanismo, y un presidente que pretende convertirse, sin mucho éxito por cierto, en el líder mundial del antitrumpismo. Al tiempo.