El mundo se asomaba al futuro desde París. Era 1889 y la capital francesa abría la puerta a la nueva era de los materiales constructivos y los proyectos arquitectónicos. Y París no abrió cualquier puerta: el ingeniero Gustave Eiffel había logrado erigir la torre más alta del mundo, y la bóveda que conformaban sus cuatro enormes pilares de hierro sirvieron de acceso a los más de 30 millones de visitantes de la Exposición Universal celebrada en 1889.