El consumo masivo de aparatos eléctricos y electrónicos, la digitalización y los avances tecnológicos están provocando que la generación de residuos procedentes de estos dispositivos (RAEE) aumente de forma alarmante en el mundo. La ONU calcula que, en 2022, se generaron 62 millones de toneladas de basura electrónica y prevé que esta cifra se incremente hasta los 82 millones en 2030.

A pocas semanas de cerrar el que va camino de convertirse en el año más caluroso jamás registrado, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) lanza un aviso igual o más alarmante: la temperatura media del planeta en este 2024 superará en 1,5 ºC el valor de referencia de la era preindustrial, la temperatura límite que los países fijaron en el Acuerdo de París de 2015 para contener los efectos del calentamiento global sobre el planeta.

Un territorio codiciado desde la Antigüedad, rico en minerales y determinante, incluso, para que Roma decidiera invadir la península ibérica y extender hacia occidente su Imperio. La Sierra Minera de Cartagena-La Unión guarda una milenaria historia de batallas y encuentros entre culturas.

Es una pieza del hogar que, en el mundo desarrollado, se da por sentada. Igual que ocurre con el agua corriente. Símbolo de progreso, de bienestar y elemento clave para garantizar la salubridad de los entornos sociales.

El ciclo urbano del agua en España ha experimentado una importante transformación durante los últimos 20 años que ha conseguido posicionarle como un referente a nivel global. El sector está llamado a desempeñar un papel destacado en el camino hacia una sociedad climáticamente neutra, circular, inteligente y resiliente, pero todavía tiene un largo camino por recorrer en áreas que están cobrando cada vez más relevancia para hacer frente a los efectos del cambio climático, como la regeneración o la recogida y tratamiento de aguas residuales.

Partiendo de la base de que fenómenos como la DANA que ha arrasado parte de la provincia de Valencia tienen un carácter cíclico, el ingeniero Francisco Javier Flores, vicepresidente de la Sociedad Española de Presas y Embalses (Seprem), defiende la necesidad de no escatimar la inversión en infraestructuras. De haberlo hecho, entiende, el desastre se habría evitado. Flores repasa en elEconomista.es las cuentas pendientes, los planes estratégicos ya aprobados, pero no ejecutados y cuáles deberían ser las pautas para entender lo sucedido y cómo adecuar las planificaciones actuales a fenómenos atmosféricos que cada vez van a ser más usuales y virulentos con el objetivo de que lo ocurrido lo vuelva a suceder.

Apenas unas horas fueron suficientes para catapultar a la provincia de Valencia medio siglo atrás en el tiempo. Si los índices de desarrollo y bienestar de los territorios se miden por la tecnificación de sus infraestructuras y comunicaciones, por la calidad de sus servicios y por su grado de digitalización, hoy no queda otro remedio que asumir que docenas de poblaciones hasta hace nada prósperas e integradas en el tejido de un país que es potencia mundial han sido devueltas, súbitamente, a la realidad de un tiempo que en España suena remoto.

La agricultura contemporánea se enfrenta a un desafío del que depende en gran medida el futuro del planeta: abastecer a una población creciente haciendo un uso sostenible de los recursos naturales imprescindibles para garantizar la seguridad alimentaria a largo plazo.

La economía española emplea anualmente unos 400 millones de toneladas de materiales al año para su desarrollo, según el INE, y aproximadamente un tercio de esta cantidad se convierte en residuos que, en un alto porcentaje, acaban en el vertedero.

Tras 25 años de negociaciones, España y Portugal han conseguido alcanzar un acuerdo en todos y cada uno de los términos que contempla el Convenio de Albufeira, el documento que regula el uso y conservación de las aguas compartidas entre ambos países.