
Partiendo de la base de que fenómenos como la DANA que ha arrasado parte de la provincia de Valencia tienen un carácter cíclico, el ingeniero Francisco Javier Flores, vicepresidente de la Sociedad Española de Presas y Embalses (Seprem), defiende la necesidad de no escatimar la inversión en infraestructuras. De haberlo hecho, entiende, el desastre se habría evitado.
Flores repasa en elEconomista.es las cuentas pendientes, los planes estratégicos ya aprobados, pero no ejecutados y cuáles deberían ser las pautas para entender lo sucedido y cómo adecuar las planificaciones actuales a fenómenos atmosféricos que cada vez van a ser más usuales y virulentos con el objetivo de que lo ocurrido lo vuelva a suceder.
Desde el punto de vista técnico, ¿cuáles han sido los principales motivos que han favorecido las inundaciones provocadas por las lluvias torrenciales en la provincia de Valencia?
Los desbordamientos que han provocado las inundaciones en la provincia de Valencia se han producido primero por la incapacidad de los cauces para desaguar la gran cantidad de agua que ha llovido y que ha llegado a ellos.
No obstante, la capacidad de desagüe posiblemente insuficiente por diversas causas, también se ha visto reducida por los excesos de vegetación y cañas que había dentro de los cauces, así como por el estado de abandono en que se encontraban.
Este hecho ha provocado que hayan sido incapaces de desaguar las puntas de caudales que, además, se han visto significativamente incrementadas por todo lo que han arrastrado a lo largo de su camino (tierra, vegetación y basura).Las fuertes pendientes y la ausencia de infraestructuras para controlar el agua han favorecido la socavación y la modificación de los cauces.
¿Se podría haber evitado esta catástrofe?
Se podría y se debería haber evitado ya que se sabe desde hace muchos años cómo se producen estos fenómenos y también que tienen un carácter periódico. Hay documentos y planes no cumplidos que lo atestiguan.
Una de las grandes alertas se desató ante el posible colapso de la presa de Forata. ¿Existía un riesgo real de que se rompiera esta infraestructura?
La presa de Forata se acabó de construir hace 55 años y es una presa de fábrica de hormigón del tipo gravedad y de planta curva, lo que significa que, si su hormigón no tiene un deterioro importante por causas de tipo químico o existen problemas en el terreno, la estabilidad de la presa, al deslizamiento y al vuelco, está garantizada incluso con ciertos vertidos por coronación.
No se ha dado una explicación técnica que justifique la posibilidad de un colapso y sorprende que sólo hayan hablado de ello los políticos. Hay datos medidos sobre cómo ha sido su llenado, pero sin tener datos recientes de su batimetría no puedo hacer juicio sobre caudales de entrada.
En 2022, un informe elaborado por Seprem alertaba de que las Normas Técnicas de Seguridad de presas aprobadas el año anterior contemplaban requisitos más laxos que podían incluso poner en riesgo a la población que se encontraba aguas abajo. ¿Son actualmente seguras estas instalaciones en España?
Efectivamente, desde Seprem se han criticado las Normas Técnicas de Seguridad implantadas en 2021, pero eso no debe interpretarse como que las presas existentes no sean seguras.
Más bien, lo que hay que tener presente es que estas instalaciones, como toda estructura puesta en la naturaleza, están sometidas a los continuos cambios que se producen (terremotos, ciclones, cambios extremos de temperatura, insolación, etc.) y ello requiere un control y seguimiento riguroso desde el punto de vista ingenieril.
¿Qué papel desempeñan las Confederaciones Hidrográficas a la hora de predecir y gestionar eventos extremos como el ocurrido en Valencia?
Su papel es fundamental ya que estos organismos tienen la competencia de administrar y gestionar el dominio público (agua y cauces) para proteger y dar seguridad a las personas y bienes.
Para ello se les ha dotado de herramientas como el Sistema Automático de Información Hidrológica (SAIH) con estaciones pluviométricas y de aforo, herramientas de predicción de caudales en avenidas, tomas de datos automatizadas, trasmisión de la información, etcétera.
¿Se puede volver a producir en otras zonas de España un desastre similar? ¿Qué territorios están más expuestos?
Los fenómenos de gota fría o DANA, como se les llama ahora, se han producido en España como nos muestra la geología y nos lo atestigua la memoria escrita.
Los factores naturales que las generan muestran que se van a seguir produciendo en el futuro en las cuencas mediterráneas españolas desde Gerona a Cádiz, fundamentalmente durante el otoño.
¿Por qué en esa zona? Por la temperatura que alcanza ese mar casi cerrado, la proximidad de unas cadenas montañosas con grandes desniveles y profundos barrancos y las orientaciones de estos con relación a los frentes.
Usted asegura que desde el año 1987 existen estudios y proyectos hidráulicos que contemplan planes de regulación y encauzamiento para evitar que se produzcan riadas en zonas con especial riesgo como el Mediterráneo. ¿Por qué no se han implementado?
En 1987, después de la rotura de la presa de Tous -que, por cierto, no se habría roto si se hubiera construido con su volumen inicialmente previsto- ya se estaba construyendo el SAIH del Júcar teniendo en cuenta las singularidades de la cuenca.
La misión de este sistema era prevenir avenidas y para su implantación se seleccionaron los cauces que históricamente se habían manifestado más peligrosos, entre los que figuraban los que dieron lugar a este episodio.
¿Qué actuaciones e infraestructuras sería necesario desarrollar para evitar nuevos episodios?
Se recogieron en el Plan Hidrológico de la cuenca del Júcar de 1998 y también en el Plan Hidrológico Nacional de 2001. En más de 20 años no se han ejecutado, pero mientras tanto el desarrollo urbanístico ha transformado la zona haciendo que los riesgos sean, como se ha comprobado, muy superiores y las medidas a tomar más traumáticas.
Esos planes de infraestructuras deberían revisarse a la vista de los cambios acaecidos en el territorio para comprobar si las soluciones propuestas entonces siguen siendo válidas y son suficientes.
Tanto el barranco del Poyo como el de Pozalet se encuentran en zonas inundables y cuentan con una densidad de población e industria muy alta. ¿Es posible adecuar las infraestructuras existentes en estas zonas y otras especialmente sensibles a sufrir este tipo de fenómenos para reducir los riesgos y garantizar la seguridad de la población?
Con infraestructuras y medidas de gestión se puede y se deben minimizar o incluso eliminar los riesgos para garantizar la seguridad de la población y de toda la actividad económica.
Los desastres provocados por la DANA han levantado una gran polémica en torno a la limpieza de los ríos. ¿Cómo influye el hecho de dejar los cauces en su estado natural a la hora de evitar las grandes inundaciones?
La red fluvial española está compuesta por aproximadamente un kilómetro de río por cada kilómetro cuadrado de superficie, que en total suman unos 500.000 kilómetros. Esa muy extensa superficie, de acuerdo con la Ley de Aguas, es administrada por las confederaciones hidrográficas. Resulta evidente que debido a su extensión su administración es una tarea imposible por desproporcionada.
Una parte considerable de esa longitud de cauces se seca en algún momento dependiendo fundamentalmente de dos factores: la falta de lluvia y la geología de la cuenca vertiente a la sección de cauce. El movimiento del agua en el cauce de un rio lo produce la fuerza de la gravedad y su efecto se representa por la relación entre las fuerzas inerciales y las fuerzas gravitacionales que viene dada por un valor que se denomina número de Froude y que aporta información para determinar si el régimen es rápido o lento.
En el régimen rápido la velocidad es superior a la celeridad de las ondas y las perturbaciones son barridas hacia agua abajo, por ello en canales y cauces debe evitarse el régimen rápido y para amortiguar esos efectos se construyen dispositivos para amortiguar energía cuando hay peligro de alcanzar ese régimen.
Cualquier impedimento que se oponga a la fuerza del agua, como la vegetación o cualquier otro obstáculo, debe ser analizado a nivel hidráulico. Por tanto, desde el punto de vista de la seguridad es la hidráulica la que debe decidir si se puede compatibilizar la vegetación en los cauces con la seguridad.
Entonces, ¿qué otros factores determinantes se deben tener en cuenta?
La hidráulica demuestra que la capacidad de desagüe de un cauce de un río o canal depende de distintos factores como son la pendiente del río, la forma de la sección de desagüe, la rugosidad de las paredes y el trazado más o menos curvo del cauce. A mayor pendiente mayor velocidad y, por tanto, mayor capacidad de desagüe.
También demuestra la hidráulica que la capacidad erosiva del agua aumenta con la velocidad y que tanto los cauces como los canales tienen que tener un revestimiento adecuado para evitar la erosionabilidad y la socavación del cauce y la posterior sedimentación, así como que debe evitarse que se pongan en régimen rápido, pero siempre después de haber analizado el comportamiento hidráulico.
Excepto en ciertos ríos de montaña, en España es muy difícil encontrar cauces naturales. Es habitual que cuanto más cerca se está de las poblaciones, los cauces están más antropizados o han desaparecido, como ejemplos, el paseo de la Castellana en Madrid que está sobre el antiguo arroyo Castellana o la calles denominadas Ramblas en muchas ciudades de la costa mediterránea como Barcelona.