Director Departamento Economía // Universidad Pontificia Comillas - ICADE

Cuando se acercan unas elecciones, es muy habitual que amigos y familiares pregunten a sus "economistas de cabecera" por la situación del país. Esperan una especie de análisis objetivo que les confirme en los sesgos que, inevitablemente, todos tenemos. Debo reconocer que disfruto buscando aquellos datos que desmienten a mi interlocutor, cuando me toca el turno. La situación económica actual de España encaja fantásticamente con esta inocente gamberrada.

El surgimiento de la variable ómicron y la alerta lanzada por la Reserva Federal (Fed) respecto de la persistencia inflacionaria han revivido los temores a una ralentización de la recuperación post-COVID. Aquellos países que fueron capaces de reaccionar de manera más eficaz a las primeras olas del virus fortalecieron su posición y mostraron un crecimiento más robusto, como China en 2020 (2.3%). España, por su parte, sufrió una de las contracciones más profundas de las economías avanzadas en 2020 (-10.8%) y pasó de ilusionar con una recuperación robusta a preocupar por su ralentización. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), no será hasta finales de 2022 cuando se recuperen los niveles de Producto Interior Bruto (PIB) de 2019.

Los datos de inflación del Instituto Nacional de Estadística (INE) confirman lo que llevamos meses observando: la inflación se acelera. El Índice de Precios al Consumo (IPC) general interanual en España ya alcanza el 4%, mientras que la tasa subyacente se sitúa en el 1%. Los datos disponibles en 360smartvision.com, iniciativa de Deloitte y de la Universidad Pontificia Comillas, muestran un crecimiento desde el -0,1% en el índice general y desde el 0.2% en la tasa subyacente desde febrero de 2021. En Estados Unidos, la tasa de inflación es del 5,4% en términos interanuales.

El avance del proceso de vacunación y el control de la pandemia están acelerando la actividad económica en España. Después de una contracción de casi 11 puntos en 2020, en enero de 2021 el Fondo Monetario Internacional (FMI) previó un crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) del 5.9% para final de año. En abril la previsión para el mismo período fue del 6.4%. Frente a un horizonte más despejado y predecible, la inversión empresarial comenzó a repuntar y el ahorro de los hogares a transformarse en consumo.

Los datos de empleo conocidos ayer reflejan la imposibilidad de combatir los efectos económicos de una pandemia del siglo XXI con una legislación laboral del siglo XX. El Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) informó de un incremento de 76.216 parados y de una caída de 218.953 trabajadores de media en la afiliación a la Seguridad Social en enero.

Nueve meses después de la entrada en vigor de la cuarentena provocada por la COVID-19, la economía española está solo comenzando a digerir sus efectos. La actividad, el empleo y la ocupación se han contraído con fuerza desde entonces. La renta disponible bruta de los hogares se redujo un 8,6% en el segundo trimestre de 2020 respecto del año anterior; la media para la Eurozona fue del 2,4% en el mismo período.