Francisco de la Torre Díaz
Hay días que quedan en la memoria. Muchos años después, podemos recordar dónde estábamos y qué estábamos haciendo ese preciso día, cuando llegó la catástrofe. El 11 de septiembre de 2001, yo estaba en Cambrils, donde vivía, aunque trabajaba en Reus. Estaba comiendo con un amigo que se había acercado desde Barcelona, aprovechando que ese día era festivo (la Diada). Entonces, en la televisión vimos cómo dos aviones se estrellaban contra las Torres Gemelas de Nueva York, en lo que fue el más sangriento de los atentados terrorista que nunca habíamos visto. El día, por lo menos para nosotros dos, dejó de ser festivo para pasar a estar teñido de negro.