Opinión
Vivimos en un mundo que en estas últimas décadas cuenta con dos potentes motores: la energía y la tecnología. La energía, a través de sus múltiples fuentes, es el elemento que calienta nuestras casas, impulsa nuestros coches, mantiene en funcionamiento la industria o genera la electricidad de los hogares, las empresas o los hospitales. La tecnología, por su parte, es el elemento que ayuda a automatizar y hacer más inteligentes los procesos industriales, a digitalizar los productos y servicios, a facilitar a los ciudadanos el acceso a las Administraciones Públicas o a modernizar las ciudades. Y no es posible hablar hoy de tecnología sin referirse, entre otras aplicaciones, a la inteligencia artificial.