Director general de Grupo Hafesa

Decir que el sector de la energía se encuentra en un profundo proceso de transformación es un tópico. Esta afirmación ha sido válida durante mucho tiempo y lo sigue siendo en la actualidad con un escenario que vuelve a ser tremendamente dinámico. Las principales tendencias que influyen en esa transformación y marcan la evolución de los mercados son recurrentes, la volatilidad en los precios de las materias primas, las tensiones geopolíticas que dificultan el suministro y la operativa, la creciente presencia de las energías renovables o la presión regulatoria sobre el sector en el marco de la transición energética.

Opinión

Vivimos en un mundo que en estas últimas décadas cuenta con dos potentes motores: la energía y la tecnología. La energía, a través de sus múltiples fuentes, es el elemento que calienta nuestras casas, impulsa nuestros coches, mantiene en funcionamiento la industria o genera la electricidad de los hogares, las empresas o los hospitales. La tecnología, por su parte, es el elemento que ayuda a automatizar y hacer más inteligentes los procesos industriales, a digitalizar los productos y servicios, a facilitar a los ciudadanos el acceso a las Administraciones Públicas o a modernizar las ciudades. Y no es posible hablar hoy de tecnología sin referirse, entre otras aplicaciones, a la inteligencia artificial.

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