Catedrático de Historia de América de la UNED

Las movilizaciones populares del domingo 11 de julio pusieron de relieve que las cosas en Cuba ya no son como eran en los años dorados, posteriores a la Revolución. Tras a la entrada triunfal de Fidel Castro a La Habana, las puertas del paraíso parecieron abrirse a la nueva clase dirigente, aquella que pensaba ser absuelta por la historia.

Se dice que cuando Lula ganó por primera vez las elecciones presidenciales, su predecesor, Fernando Henrique Cardoso, intentando disipar los abundantes recelos que había sobre su figura, dijo que era un sindicalista de largo recorrido. Esto implicaba que, más allá del radicalismo que se le atribuía, estaba acostumbrado a negociar, tanto con la patronal como con el Estado, y sabía perfectamente el significado de una décima de aumento salarial en un convenio colectivo. El tiempo dio la razón a la valoración de Cardoso.

La pandemia provocada por el SARS-CoV-2 ha impactado en todo el mundo. Sin embargo, América Latina ha sido una de las regiones del planeta más afectadas por el virus debido a una serie de cuestiones interrelacionadas, como su escasa capacidad de maniobra fiscal y económica, la debilidad de sus sistemas de salud, la fragilidad de sus administraciones públicas, la informalidad y la desigualdad. Con algo más del 8% de la población mundial, sus contagios llegan al 20% y los fallecidos al 30% del total global.

La vacunación contra el COVID-19 en América Latina afronta una serie de problemas, unos propios de la región (como la lentitud en el despegue del proceso o el menor margen de maniobra financiero de sus gobiernos), y otros compartidos con todo el mundo (limitada capacidad de oferta de la industria farmacéutica, proteccionismo comercial o fuerte incidencia de los factores geopolíticos). A la espera de que las dosis comprometidas por el sistema COVAX comiencen a llegar, lo que se espera ocurra en las próximas semanas, lo cierto es que muy pocos países de la región ya están impartiendo el fármaco entre su población.

El 27 de octubre de 1922, Benito Mussolini ordenó a los seguidores del Partido Nacional Fascista comenzar la Marcha sobre Roma, que le garantizó el acceso al poder y el inicio de su dictadura totalitaria. La marcha sobre Washington y la invasión del Capitolio orquestada por los seguidores de Donald Trump, aunque jaleados por el presidente, tuvo otras características y otro desenlace, si bien comparten el trasfondo amenazante para la democracia liberal de mano de líderes que no creen en ella ni en sus instituciones.

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