análisis
Los operadores españoles de telecomunicaciones están que trinan por el drama que históricamente padecen en materia de fiscalidad. Desde siempre, los grandes del sector se han quejado del clavo tributario que les aflige, pero ahora se atreven a elevar el tono de su lamento. También han enriquecido sus argumentos para denunciar las discriminaciones que les ensombrece el futuro. La situación ahora es muy delicada: Las compañías de telefonía y acceso a Internet ya no se consideran ricas, como podían insinuarlo hace una década. Los precios de los servicios y los ingresos se han reducido de forma drástica en los últimos años, pero sin que ello frenara su esfuerzo inversor. Y sus espaldas cargan la responsabilidad de construir y mantener las infraestructuras de las que depende todo el tinglado de la sociedad digital, tarea al sector les supone un desembolso de casi 5.000 millones al año.