Amadeo Petitbò
23/04/2016, 00:23
Sat, 23 Apr 2016 00:23:28 +0200
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La primavera anuncia el Día del Libro o, más precisamente, el día del editor y del librero. Pero no es el día del lector, ni de la política de fomento de la lectura. En definitiva, no es el día de la cultura, pese a que se venden muchos libros. También se venden muchas flores, como en el día de los difuntos, sin que hablemos del día de la floricultura. Es el día que permite recordar nuestra pobreza cultural y el fracaso de la política cultural; una decepción que ya tiene historia y, sobre todo, costes para el conjunto de la sociedad. También trae el recuerdo de un malhechor cultural, alumbrador de uno de los peores ataques a la instrucción de los ciudadanos: el exministro francés Jack Mathieu Émile Lang y su maldita ley, de agosto del año 1981, que impuso el precio fijo de los libros en Francia y la consiguiente prohibición de aplicar libremente descuentos sobre el precio fijado por el editor. Ley que tuvo su réplica pegajosa en España.