
El pasado día 3 de febrero se presentó el libro 'Economistas, políticos y otros animales' en la Fundación Rafael del Pino. El autor del libro, Miguel Á. Fernández Ordóñez (MAFO), estuvo acompañado por familiares, ex altos cargos, excolaboradores, interesados y amigos hasta completar el aforo; hecho relevante al tratarse de un libro de economía/política con un precio sometido a la dictadura de la irracional ley del libro que impide aplicar descuentos por encima del 5%. Dicha ley es un ejemplo de irracionalidad que consigue lo contrario de lo que pretende.
Una parte del libro -relacionado con la andadura del autor por el Banco de España- ha sido objeto de múltiples comentarios en las últimas semanas, a menudo críticos. Incluso se han notado las filtraciones estratégicas. Cada comentarista ha elaborado su discurso de acuerdo con su arsenal de información y su propia interpretación de los hechos. Sobre este asunto casi todo está dicho y carece de sentido, en el presente contexto, insistir en uno u otro sentido. En todo el proceso ha dominado la línea del autor: "Puesto que este libro no trata de los aciertos conseguidos en España, sino que se concentra en lo que ha ido mal ...". Es decir, el foco se ha dirigido a lo que se ha considerado más vulnerable.
Sin embargo, dado que el libro ofrece aspectos inequívocamente positivos, me apartaré de dicho consejo y me referiré, exclusivamente, a una parte de la obra cuyas ideas merecen ser recogidas y recordadas: las recomendaciones a los políticos -y a quienes viven de la política- en relación con la necesaria reflexión antes de acometer proyectos o decisiones. Sobre todo, cuando se trata de asuntos de envergadura.
MAFO aboga por una "Democracia ilustrada" y por un proceso de toma de decisiones que obligue a las instituciones a ilustrarse con el fin de evitar que "un país con malos gobiernos pueda convertirse en un país ingobernable". Consejo oportuno en estos momentos. Para ello es necesario "ilustrar" los procedimientos, especialmente los legislativos pero no solo estos. Tal prescripción exige, lógicamente, que el poder legislativo cuente con un apoyo burocrático solvente que facilite la toma de decisiones con rigor y conocimiento sólido. Acaso, los debates parlamentarios deberían ahorrar palabras y utilizar más estudios econométricos que permitan conocer con la precisión debida los efectos de cada alternativa propuesta. De seguirse este criterio, muchas normas no serían como son y muchas propuestas no verían la luz. Y, con toda seguridad, el gasto público sería menor.
Este rigor argumental debería exigirse, también, a los órganos reguladores, supervisores, organismos independientes... En este contexto, de acuerdo con el autor, la utilidad de los Libros Blancos y las Memorias están fuera de toda duda.
Complementando lo dicho y ante la falta de debate ilustrado, MAFO propone la ruptura del monopolio de la información pública. Es decir, sugiere que todos los organismos públicos pongan a disposición de los ciudadanos los datos oficiales y las series de datos elaborados internamente para hacer sus estudios. Algo que se hace tan sólo excepcionalmente. La base de datos asociada al modelo REMS (financiada por la Fundación Rafael del Pino y BBVA) es una excepción e indica el camino a seguir.
En este punto quiero subrayar que las propuestas de MAFO han traído a mi memoria las viejas recomendaciones de Jeremy Bentham (1748-1832) magníficamente recogidas por Lionel Robbins (The Theory of Economic Policy, 1961). Bentham no solamente diseñó la estructura de un gabinete ministerial ideal que supera con creces, en rigor y sentido común, muchas de las propuestas actuales, tan alejadas de la racionalidad y de las exigencias de un Estado moderno en un marco globalizado. Bentham hablaba también de una oficina central de estadística o de un cuerpo de funcionarios elegidos competitivamente. Pero no solamente le preocupaban estas cuestiones. También se refería, como en su día hizo Jovellanos (1744-1811) y ahora hace MAFO, a la necesidad de "remover estorbos" (regulaciones ineficientes) por sus efectos perniciosos sobre la economía.
Señaló Keynes (The General Theory of Employment, Interest and Money, 1936) que "tarde o temprano, son las ideas y no los intereses creados los que son peligrosos para bien o para mal". En este caso, las propuestas dirigidas a aumentar el grado de "ilustración" cuentan con más de dos siglos. Confiemos en que las recogidas en el libro comentado pronto se traduzcan en hechos. Aunque creo que se trata de una confianza vana.